Capítulo

Génesis capitulo 41

La Biblia de las Américas

25Entonces José dijo a Faraón: Los dos sueños de Faraón son uno; Dios ha anunciado a Faraón lo que El va a hacer. 26Las siete vacas buenas son siete años, y las siete espigas buenas son siete años; los dos sueños son uno. 27Y las siete vacas flacas y feas que subieron detrás de ellas son siete años, y las siete espigas quemadas por el viento solano serán siete años de hambre. 28Esto es lo que he dicho a Faraón: Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer. 29He aquí, vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto ; 30y después de ellos vendrán siete años de hambre, y será olvidada toda la abundancia en la tierra de Egipto; y el hambre asolará la tierra. 31Y no se conocerá la abundancia en la tierra a causa del hambre que vendrá, que será muy severa. 32Y en cuanto a la repetición del sueño a Faraón dos veces, quiere decir que el asunto está determinado por Dios, y Dios lo hará pronto. 33Ahora pues, busque Faraón un hombre prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. 34Haga esto Faraón: nombre intendentes sobre el país y exija un quinto de la producción de la tierra de Egipto en los siete años de abundancia. 35Y que ellos recojan todos los víveres de esos años buenos que vienen, y almacenen en las ciudades el grano para alimento bajo la autoridad de Faraón, y que lo protejan. 36Y que los víveres sean una reserva para el país durante los siete años de hambre que ocurrirán en la tierra de Egipto, a fin de que el país no perezca durante el hambre.
Nueva Biblia de las Américas

Nueva Versión Internacional

Reina-Valera 1960

Biblia del Jubileo

1Y aconteció que pasados dos años tuvo el Faraón un sueño: Y he aquí que estaba sobre el río; 2y que del río subían siete vacas, hermosas a la vista, y muy gordas, que pacían en el prado. 3Y he aquí otras siete vacas subían tras ellas del río, de fea vista, y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río. 4Y que las vacas de fea vista y enjutas de carne tragaban a las siete vacas hermosas y muy gordas. Y despertó el Faraón. 5Se durmió de nuevo, y soñó la segunda vez: He aquí, siete espigas llenas y hermosas subían de una sola caña. 6Y he aquí otras siete espigas menudas y abatidas del solano, salían después de ellas. 7Y las siete espigas menudas tragaban a las siete espigas gruesas y llenas. Y despertó el Faraón, y le pareció que era sueño. 8Y acaeció que a la mañana su espíritu se atormentó; y envió e hizo llamar a todos los magos de Egipto, y a todos sus sabios: y les contó el Faraón sus sueños, mas no había quién los declarase al Faraón. 9Entonces el príncipe de los maestresalas habló al Faraón, diciendo: De mis pecados me acuerdo hoy: 10El Faraón se enojó contra sus siervos, y a mí me echó en la cárcel de la casa del capitán de los de la guardia, a mí y al príncipe de los panaderos. 11Y yo y él soñamos sueño una misma noche: cada uno soñó conforme a la declaración de su sueño. 12Y estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de los de la guardia; y se lo contamos, y él nos declaró nuestros sueños, y declaró a cada uno conforme a su sueño. 13Y aconteció que como él nos declaró, así fue: a mí me hizo volver a mi asiento, e hizo colgar al otro. 14Entonces el Faraón envió y llamó a José; y le hicieron salir corriendo de la cárcel, y le cortaron el pelo, y mudaron sus vestidos, y vino al Faraón. 15Y dijo el Faraón a José: Yo he soñado un sueño, y no hay quién lo declare; mas he oído decir de ti, que oyes sueños para declararlos. 16Y respondió José al Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será el que responda paz al Faraón. 17Entonces el Faraón dijo a José: En mi sueño, he aquí, que estaba a la orilla del río; 18y que del río subían siete vacas gruesas de carne y hermosas de forma, que pacían en el prado. 19Y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he visto otras semejantes en toda la tierra de Egipto en fealdad. 20Y las vacas flacas y feas tragaban a las siete primeras vacas gruesas; 21y entraban en sus entrañas, mas no se conocía que hubiesen entrado en ellas, porque su parecer era aún malo, como de primero. Y yo desperté. 22Vi también soñando, y he aquí siete espigas subían en una misma caña llenas y hermosas; 23y que otras siete espigas menudas, marchitas, abatidas del solano, subían después de ellas. 24Y las espigas menudas tragaban a las siete espigas hermosas; y lo he dicho a los magos, mas no hay quién me lo declare. 25Entonces respondió José al Faraón: El sueño del Faraón es uno mismo: Dios ha mostrado al Faraón lo que él hace. 26Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo. 27También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas menudas y marchitas del solano, siete años serán de hambre. 28Esto es lo que respondo al Faraón. Lo que Dios hace, lo ha mostrado al Faraón. 29He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. 30Y se levantarán tras ellos siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto; y el hambre consumirá la tierra; 31y aquella abundancia no se echará de ver a causa del hambre siguiente, la cual será gravísima. 32Y el suceder el sueño al Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla. 33Por tanto, provéase ahora el Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. 34Haga esto el Faraón, y ponga gobernadores sobre la provincia, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la abundancia; 35y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y alleguen el trigo bajo la mano del Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo. 36Y esté aquella provisión en depósito para la tierra, para los siete años del hambre que serán en la tierra de Egipto; y la tierra no perecerá de hambre.
37Y el negocio pareció bien a Faraón, y a sus siervos. 38Y dijo el Faraón a sus siervos: ¿Hemos de hallar otro hombre como éste, en quien haya Espíritu de Dios? 39Y dijo el Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. 40Tú serás sobre mi casa, y por tu dicho se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. 41Dijo más el Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto. 42Entonces el Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello; 43y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: Abrech Padre tierno-a este honre como a padre carísimo; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto. 44Y dijo el Faraón a José: Yo soy el Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto. 45Y llamó el Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Y salió José por toda la tierra de Egipto. 46Y era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante del Faraón, rey de Egipto: y salió José de delante del Faraón, y pasó por toda la tierra de Egipto. 47E hizo la tierra en aquellos siete años de abundancia a montones. 48Y él juntó todo el mantenimiento de los siete años que fueron en la tierra de Egipto, y guardó mantenimiento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el mantenimiento del campo de sus alrededores. 49Y acopió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número. 50Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera, príncipe de On. 51Y llamó José el nombre del primogénito Manasés; porque Dios (dijo) me hizo olvidar de todo mi trabajo, y de toda la casa de mi padre. 52Y el nombre del segundo lo llamó Efraín; porque Dios (dijo) me hizo crecer en la tierra de mi aflicción. 53Y se cumplieron los siete años de la abundancia, que hubo en la tierra de Egipto. 54Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todas las provincias, mas en toda la tierra de Egipto había pan. 55Y hubo hambre en toda la tierra de Egipto, y el pueblo clamó al Faraón por pan. Y dijo el Faraón a todo los egipcios: Id a José, y haced lo que él os dijere. 56Y había hambre por toda la faz de la tierra. Entonces abrió José todo granero donde había, y vendía a los egipcios; porque el hambre había crecido en la tierra de Egipto. 57Y toda la tierra venía a Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre.

¿Qué significa Génesis capitulo 41?

Después de pasar varios años en prisión, José finalmente salió de la cárcel de una manera muy inesperada. Previo a esto, había pasado bastante tiempo injustamente encarcelado, y las personas a las que había ayudado en la cárcel se habían olvidado de él (Génesis 40:14–15, 23).

El faraón, el rey de Egipto, tuvo dos sueños inquietantes y proféticos. En el primero, siete vacas hermosas y sanas salieron del río Nilo para alimentarse de la hierba. Entonces siete vacas hambrientas y demacradas salieron tras ellas y las devoraron. El segundo sueño era similar. El faraón vio siete espigas de grano creciendo de un solo tallo. Después de ellas, crecieron siete espigas delgadas y de aspecto atrofiado que de algún modo se tragaron las espigas sanas. Los antiguos egipcios ponían gran énfasis en los sueños, y estos sueños fueron especialmente vívidos; El faraón estaba conmocionado por estas visiones (Génesis 41:1–7).

El rey llamó a los sabios y a los magos de su reino. Estos hombres estaban educados en varias disciplinas. Algunos habrían sido sacerdotes o chamanes de la religión egipcia. A pesar de todos sus esfuerzos, nadie pudo decirle al faraón qué significaban sus sueños. Esto nos puede resultar algo especialmente extraño, ya que podrían haber intentado darle una respuesta falsa; muchos habrían pensado que era mejor que decirle al faraón "no lo sé". Sin embargo, Dios se encargó de que tampoco pudieran darle una respuesta convincente. Finalmente, el jefe de los coperos del faraón recordó la manera en que José, "un joven hebreo", había interpretado con precisión los inquietantes sueños que él y el panadero tuvieron durante su estancia en prisión dos años antes. Lo más probable es que el copero no se había olvidado de esto, sino que esta fue la primera vez que sintió que le convino mencionarlo (Génesis 41:8–13).

José fue liberado rápidamente de la prisión y lo llevaron ante el faraón. El faraón dijo que había oído que los jóvenes hebreos tenían la capacidad de interpretar los sueños. Valientemente, José corrigió al gobernante absoluto de Egipto, y le dijo que era Dios quien interpretaba los sueños. José prometió transmitirle la verdad divina de Dios una vez que hubiera escuchado los sueños (Génesis 41:15–16).

La descripción del faraón de sus sueños sigue el mismo esquema que se compartió anteriormente en este mismo capítulo. Sin embargo, añadió algunos detalles dignos de mención. El segundo grupo de siete vacas que vio el faraón se describió con algunos términos que hacían referencia a palabras como "malvadas", "feas" y "flacuchas". El faraón se dio cuenta de que estos fueron los animales con el aspecto más horrible que jamás había visto. Además, cuando las vacas más esqueléticas se comieron a las vacas que estabas sanas, su aspecto no cambió en absoluto. El segundo grupo de espigas, por otro lado, pareció haber sido destruido por las tormentas de arena del desierto (Génesis 41:17–24).

José le explicó al faraón que Dios, el Dios de José, le estaba revelando al faraón lo que estaba a punto de hacer. Ambos sueños significaban lo mismo, y la repetición del sueño tenía el propósito de enfatizar lo que estaba a punto de ocurrir. Siete años de gran abundancia, representados por las vacas sanas y las espigas, serían seguidos por siete años de un hambre terrible. El hambre sería tan severa que los años de buenas cosechas se olvidarían rápidamente (Génesis 41:25–32).

En el mundo antiguo, a los reyes no se les daban consejos a menos que ellos mismos los pidieran, e incluso entonces, sus asesores debían tener mucho cuidado al compartirlos. En esta situación, sin embargo, José, quien era un mero esclavo encarcelado, pasó inmediatamente de interpretarle los sueños al faraón a darle consejos sobre cómo gobernar su propio país. José compartió con el faraón la manera en que debería prepararse para la crisis que se avecinaba. José dijo que el faraón debía nombrar a un líder sabio, junto con un equipo de supervisores, y recoger el 20 por ciento de cada cosecha durante los próximos siete años y guardarlo en almacenes. Entonces, cuando comenzara la hambruna, Egipto podría sobrevivir (Génesis 41:33–36).

En lugar de ofenderse por el descaro de José, El faraón fue complacido con la interpretación de sus sueños y la propuesta que José ofreció acerca de cómo abordar la situación. Después de tener una breve conferencia con sus asesores, el faraón decidió que José debía ser quien se encargara de organizar lo que iba a ocurrir. ¿Por qué? El faraón estaba convencido de que el Espíritu de Dios estaba con José, lo que lo convertía en el hombre más sabio de Egipto. Nadie más se acercaba ni siquiera al nivel de sabiduría que José tenía. Entonces, el faraón le otorgó un poder impresionante a este esclavo hebreo recién liberado de prisión. José llegó a ser lo que algunos considerarían como un "visir": el segundo al mando sobre todo Egipto. El faraón le dio a José su propio anillo de sello, junto con ropa fina, un collar de oro y un carro especialmente designado para él. Todo esto eran símbolos que le mostrarían a todos la autoridad que había recibido. Además, el faraón le dio a José un nombre egipcio e inmediatamente se casó con la hija de una prestigiosa familia egipcia. En muy poco tiempo, José consiguió toda la autoridad, el poder y la influencia cultural que necesitaba para actuar en nombre del faraón para así poder salvar el reino del faraón (Génesis 41:37–45).

José, que ahora tenía 30 años, había pasado la mayor parte de su vida adulta siendo un esclavo en Egipto (Génesis 37:2, 28). Años más tarde, se convirtió en el hombre que salvaría a Egipto de un horrible desastre. José supervisaba la recolección de las cosechas abundantes que surgieron durante los primeros siete años, y se aseguraba de que se almacenara en las principales ciudades de la nación. De hecho, se llegó a almacenar más grano del que se podía contar. Dios le demostró una vez más a José y a todos los que lo conocían que el Señor estaba con él (Génesis 41:46–49).

José llego a tener dos hijos. Sus nombres reflejaban el gozo de José porque Dios no había permitido que su propio sufrimiento fuera en vano. El primer hijo recibió el nombre de Manasés, un nombre que podría referirse al concepto de "olvidar" algo. En este contexto, esto no significa que José se hubiera olvidado de todo lo malo que le había ocurrido; más bien esto significaba que su nueva prosperidad lo había ayudado a superarlo. El nombre del segundo hijo, Efraín, refleja el hecho de cómo Dios había provocado que José prosperara, incluso en la tierra donde técnicamente todavía era esclavo (Génesis 41:50–52).

Exactamente después del tiempo predicho, llegó la hambruna, tal como José dijo que sucedería. Cuando el pueblo comenzó a quedarse sin grano y acudió al faraón en busca de ayuda, él los envió en busca de José. José al final acabó haciendo lo mismo que ya había hecho en el pasado: enriquecer a sus amos (Génesis 39:2–6, 20–23). José no solo redistribuyó el grano, sino que también lo usó para aumentar masivamente el poder y la riqueza del faraón (Génesis 47:13–26). José consiguió hacer esto porque comenzó a venderles el grano que había guardado tanto a los egipcios como a las personas que venían desde fuera de Egipto (Génesis 41:53–57).

Ese desastre global y la nueva posición de José le llevarán a reunirse con su familia un día. Durante los próximos capítulos, los mismos hermanos que lo vendieron como esclavo vendrán a Egipto en busca de ayuda. Sin saberlo, se encontrarán con el hermano menor al que una vez odiaban, y él hará todo lo posible para salvarlos del hambre.
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