Capítulo

Mateo capitulo 26

La Biblia de las Américas

Nueva Biblia de las Américas

Nueva Versión Internacional

Reina-Valera 1960

Biblia del Jubileo

17Y el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que aderecemos para ti para comer la Pascua? 18Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa haré la Pascua con mis discípulos. 19Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y aderezaron la Pascua. 20Y como fue la tarde del día, se sentó a la mesa con los doce. 21Y comiendo ellos, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar. 22Y entristecidos ellos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? 23Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me ha de entregar. 24A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera al tal hombre no haber nacido. 25Entonces respondiendo Judas, que le entregaba, dijo: ¿Por ventura soy yo, Maestro? Le dice: Tú lo has dicho. 26Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y habiendo dado gracias, lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed. Esto es mi cuerpo. 27Y tomando el vaso, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos; 28porque esto es mi sangre del Nuevo Testamento, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. 29Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo que beber nuevo con vosotros en el Reino de mi Padre.

¿Qué significa Mateo capitulo 26?

Jesús ha concluido Su ministerio de enseñanza pública y les ha enseñado una última lección a Sus discípulos antes de Su muerte y resurrección (Mateo 16:21). Les dijo que iba a ser entregado para ser crucificado dos días después, durante la Pascua. Al mismo tiempo, el sumo sacerdote se reunió en su casa con los principales sacerdotes y los ancianos. Estos hombres decidieron que era necesario matar a Jesús (Juan 11:48–5) y en ese momento estaban preparados para planearlo todo (Mateo 26:1–5).

Cristo y Sus discípulos se fueron a cenar a Betania, a casa de un hombre llamando Simón, conocido como "el leproso", quien era una persona que Jesús seguramente había sanado en algún momento. Jesús estaba reclinado sobre la mesa, y una mujer abrió un frasco extraordinariamente valioso de perfume y le ungió la cabeza a Jesús; su nombre era María, la hermana de Lázaro, el hombre que Jesús había resucitado de entre los muertos (Juan 11:1, 43–44). Los discípulos pensaron que hacer eso fue un desperdicio, ya que podrían haber vendido el perfume y haberle dado el dinero a los pobres. Juan nos dice que Judas fue la persona que más se quejó en ese momento (Juan 12:1–8). Entonces, Jesús corrigió su actitud. De hecho, cuando llegó el momento del entierro de Jesús, no hubo tiempo para que el cuerpo de Jesús fuera ungido adecuadamente (Lucas 23:52–56; Marcos 16:1–5). La mujer realizó un hermoso acto de devoción que también sirvió para llenar ese vacío. Por lo tanto, lo que hizo no solo estaba justificado, sino que también forma parte de la historia del evangelio (Mateo 26:6–13).

Quizás cuando Judas recibió esta leve reprimenda por parte de Jesús, esa fue la gota que colmó el vaso. Después de eso, fue a ver a los principales sacerdotes y les ofreció entregarles a Jesús. Los enemigos de Cristo no solo necesitaban que alguien les dijera dónde podían atrapar a Jesús lejos de las multitudes, sino que también necesitaban que alguien los ayudara a identificarlo una vez que llegara el momento de arrestarlo. En esa época no había fotografías y todo el mundo vestía de manera similar. Los líderes judíos le dieron a Judas 30 piezas de plata y planearon un momento y un lugar específico y para arrestar a Jesús (Mateo 26:14–16).

Jesús y los discípulos celebraron su cena de Pascua en el aposento alto en una casa en Jerusalén que habían pedido prestada. Jesús les reveló que uno de ellos lo iba a traicionar y, de hecho, le dijo a Judas que sabía exactamente que él era traidor. Después, Jesús introdujo el sacramento de la comunión, y les dijo que se comieran un trozo de pan para simbolizar Su cuerpo. Luego, debían beberse una copa de vino como símbolo de Su sangre, que pronto sería derramada para el perdón de los pecados. Una comida típica de Pascua constaba de cuatro copas de vino que se bebían en momentos designados. La tercera de estas copas se llama "la copa de bendición", y es posible que esta fuera la que Jesús identificó como Su sangre. Si fuera así, esto significaría que Jesús se abstuvo de beberse la cuarta copa, la cual representaba la asamblea del pueblo de Dios, como símbolo de lo que sucederá durante Su glorioso regreso (Mateo 26:17–29).

Después de la cena de Pascua, Jesús les dijo a los discípulos que todos lo abandonarían, pero que se reuniría con ellos en Galilea después de que resucitara. Pedro dijo que no sucumbiría al miedo, y prometió que daría su vida antes de negarse a conocer o defender a Jesús, poniendo su propia lealtad por encima de la de los otros discípulos. Entonces, Jesús predijo que Pedro negaría conocerlo tres veces antes de que llegara la mañana siguiente (Mateo 26:30–35).

Más tarde, el grupo se fue caminando hacia un jardín llamado Getsemaní, el cual estaba situado en el Monte de los Olivos. Jesús hizo que la mayoría de los discípulos se sentaran y él se adentró más en el jardín con Pedro, Jacobo y Juan. Jesús les pidió que estuvieran despiertos vigilando y orando mientras él mismo oraba. Jesús regresó tres veces y se los encontró durmiendo. Jesús estaba sufriendo una agonía mental indescriptible. El peso de lo que estaba a punto de sucederle está más allá de toda comprensión humana. Durante una oración muy humana y completamente legítima, Jesús le dijo a Dios lo que él "quería" que no sucediese. Sin embargo, justo después de esto, se comprometió explícitamente a obedecer la voluntad de Dios el Padre por encima de todo. Obviamente, nadie "querría" sufrir una tortura y una muerte de esas características, pero Cristo fue leal al plan de Dios, ya que cumplir con Su voluntad era Su máxima prioridad (Mateo 26:36–44).

Cuando Judas llegó junto con una multitud de soldados y oficiales del templo, Jesús estaba totalmente decidido a someterse a la obra de sufrimiento que el Padre le había encomendado llevar a cabo. Es posible que Judas fuera al aposento alto primero y luego se fuera a buscar a Jesús al jardín de Getsemaní junto con el grupo que lo estaba acompañando. Judas identificó a Jesús dándole un beso amistoso, lo cual fue una forma de traición especialmente despreciable, ya que besar a alguien requería tener confianza con esa persona; Judas incluso le dijo "maestro". Cristo, por su parte, quizás para mostrarle algo de simpatía, o quizás con sarcasmo, le dijo "amigo" (Mateo 26:45–50).

Pedro (Juan 18:10) atacó a un soldado con una espada y le cortó una oreja. Pedro no era un soldado experto, pero quizás su verdadera intención fue atacar a Judas. Jesús inmediatamente puso fin a ese tipo de violencia, y le dijo a Pedro que volviera a envainar su espada. Este no era el momento ni el lugar para derramar nada de sangre. Jesús no solo tenía suficiente poder como para defenderse (Juan 18:4–8), sino que también podía pedirle a Dios que enviara a decenas de miles de ángeles para luchar por él. Sin embargo, eso no es lo que debía suceder, por lo que Jesús aceptó y dejó que lo arrestaran. Los discípulos salieron huyendo (Mateo 26:51–56).

El juicio de Jesús, el cual fue ilegal y completamente falso, tuvo lugar en mitad de la noche en la mansión del sumo sacerdote. Esto ocurrió ante los miembros del cuerpo gobernante judío, el Sanedrín. Lo más probable es que solo hubiera habido suficientes miembros allí como para que sus decisiones se pudieran oficializar. Varios testigos falsos intentaron acusar a Jesús, pero sus afirmaciones fueron tan contradictorias que ninguna de ellas acabó siendo del todo convincente (Marcos 14:56–59), lo cual demostró que Jesús era inocente. El hecho de compartir falsos testimonios era un crimen en sí mismo que debería haber resultado en la pena de muerte (Deuteronomio 19:18). Durante una de las acusaciones que hicieron en contra de Jesús, trataron se usar Sus propias palabras para demostrar que era culpable (Mateo 26:57–61).

Finalmente, el sumo sacerdote desafió a Jesús y le preguntó si él era el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús dijo que sí, e incluso se puso al mismo nivel de Dios (Salmo 110:1; Daniel 7:13). Estos hombres ya habían rechazado el papel mesiánico de Jesús antes (Juan 5:39–40) y usaron está afirmación de Jesús para castigarlo y condenarlo a muerte (Mateo 26:62–68).

Pedro, quien estaba esperando en el patio (Juan 18:15–18), fue acusado tres veces de haber estado con Jesús. Parte de esta acusación se debió al distintivo acento galileo que tenía. Pedro comenzó a hacer promesas en el nombre de objetos sagrados, e incluso llegó a maldecirse a sí mismo, todo esto para negar que conocía a Cristo y evitar que lo matarán a él también. Finalmente, Pedro negó a Jesús tres veces, antes de que el gallo cantara por la mañana. Pedro salió de allí llorando con amargura porque había hecho exactamente lo que prometió que jamás haría (Mateo 26:69–75).
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