¿Qué significa Mateo 5:21?
En el versículo anterior, Jesús estableció lo que parece ser un estándar increíblemente alto. Jesús dijo que a menos que la justicia de una persona exceda o sobrepase la de los escribas y los fariseos, Él o ella nunca entrará en el reino de los cielos (Mateo 5:20). Dado que los escribas y los fariseos eran los modelos a seguir de su cultura, quienes trataban de vivir bajo un nivel de justicia extremo para muchos de los judíos comunes, ¿cómo podría alguien entrar entonces en el reino de los cielos? Ahora Cristo comienza a extender lo que esto significa al hablar sobre la conexión que hay entre los pecados que involucran una acción y los pecados que involucran nuestra actitud.Jesús nos enseña dos cosas con lo que dijo: una que es directa y otra que forma parte del sentido más amplio de lo que significa ser cristiano y haber alcanzado la salvación. Primero, Jesús nos da entender que los escribas y los fariseos no eran verdaderamente lo suficientemente justos como para que se les permitiera entrar en el reino. A pesar de las apariencias, su supuesta "perfección" no les llegaba al corazón. En segundo lugar, y algo que es clave en el Sermón de la Monte, está la idea de que ninguna persona es digna del cielo. Esta enseñanza llegará a ser esencial para el evangelio de Jesús.
Durante su primer ejemplo, Jesús se refiere a la enseñanza de los escribas y los fariseos cuando dice: "ustedes lo han oído decir". Jesús usará esta frase repetidamente para describir lo que se consideraba como los mandamientos más obvios del Antiguo Testamento. Jesús no quiere decir necesariamente que esas declaraciones estuvieran equivocadas, pero a menudo aclarará la manera en que debían y deben interpretarse. En el caso de esta orden, todo parece ser muy claro. Este es el sexto de los Diez Mandamientos: no matarás (Éxodo 20:13). El juicio para los homicidas también era bien conocido: debían morir (Números 35:31).
Si bien la orden de "no matarás" parece ser un estándar fácil de seguir, Jesús está a punto de establecer una conexión sorprendente entre los pensamientos y las acciones. La intención que Dios tenía detrás del sexto mandamiento va mucho más allá del "simple hecho" de no matar a la gente, y en realidad estaba destinado a que se aplicara en los niveles más profundos de los pensamientos y sentimientos que tenemos hacia las personas.
Mateo 5:21–26 comienza a expandir los comentarios que Jesús ha hecho acerca de la justicia. El tema subyacente aquí será que el pecado involucra más que solo las acciones físicas: tambiÉn incluye nuestros pensamientos y actitudes. De hecho, es relativamente fácil decir: "yo no he matado a nadie", pero es muy difícil decir: "nunca me he enojado injustamente con otras personas". La idea aquí no es que el hecho de enojarse sea literalmente lo mismo que asesinar a alguien. Más bien, lo que se quiere decir es que la ira injusta es innegablemente un pecado en sí mismo. La verdadera justicia, la que sería necesaria para ganarse el cielo, requeriría ese nivel de perfección. Esta enseñanza no solo contrarresta la hipocresía religiosa superficial de los fariseos y los escribas, sino que subraya el hecho de que la salvación viene por gracia a travÉs de la fe, y nunca puede ganarse a travÉs de las buenas obras.
El Sermón del Monte contiene algunas de las enseñanzas más desafiantes de Jesús. Este sermón comienza con las bendiciones que se le ofrecen a un grupo de personas muy específico, las Bienaventuranzas. Los discípulos de Jesús deben hacer buenas obras para convertirse en una influencia poderosa en el mundo: como la sal de la tierra y la luz del mundo. La justicia superficial de los fariseos no es lo suficientemente buena como para alcanzar el cielo. Los pecados del corazón, como los insultos con ira y la lujuria intencional, son dignos del infierno tanto como el adulterio y el asesinato. El divorcio fácil y los juramentos engañosos están prohibidos. Los creyentes no deben buscar vengarse de los demás. En cambio, Dios quiere que amemos a nuestros enemigos y oremos por aquellos que nos persiguen. En resumen, debemos esforzarnos por ser perfectos, tal y como Dios es perfecto.