¿Qué significa Romanos 8:20?
Toda la creación está esperando con anhelo el día en que los hijos de Dios, los que están en Cristo (Romanos 3:26), se manifiesten como quienes realmente son (1 Juan 3:2); eso es lo que dijo Pablo en el versículo anterior. Ahora Pablo nos explica ahora por qué la creación anhela ese día en el que los hijos de Dios se manifiesten y la creación misma alcance una "libertad gloriosa".La creación, es decir, todo lo que Dios ha hecho, está sufriendo; está sujeta a algo que se describe usando la palabra griega mataiotēti. Este término implica algo "deformado, perverso, enfermizo, débil o falso". Esta futilidad, o "frustración", apareció hace mucho tiempo, cuando el pecado entró en el mundo. Dios no creó el mundo de esta manera, y la creación misma no eligió que esto fuera así. Los árboles, los arroyos, los animales y el cielo no eligieron una existencia sumida en la frustración. Más bien, Dios sometió la creación a la frustración en respuesta al pecado de Adán en el jardín del Edén. Dios no diseñó la creación para que sufriera, sino que ese sufrimiento vino después de que todo fuera considerado justo y bueno. Esta existencia retorcida y dolorosa se produjo cuando Dios maldijo a toda la creación en respuesta al pecado humano (Génesis 3:14, 17–19).
La expresión "todavía tiene esperanza" pertenece a una frase que continúa durante el siguiente versículo.
Romanos 8:18–30 habla de cómo los cristianos experimentan y deben entender el sufrimiento cotidiano, un sufrimiento que de hecho toda la creación experimenta también. Todos gritamos de dolor juntos como una mujer de parto mientras esperamos a que Dios revele a Sus hijos. Al ser Sus hijos, estamos esperando a que el Padre complete nuestra adopción redimiendo nuestros cuerpos para que podamos estar con Él. El Espíritu de Dios nos ayuda mientras esperamos, llevando nuestras oraciones hasta Dios; confiamos en que Dios usa todas las circunstancias de nuestra vida para llevar a cabo sus propósitos y que nos ha elegido desde hace mucho tiempo para ser sus hijos.
Romanos 8 comienza y termina con declaraciones acerca de la absoluta seguridad que los cristianos tienen ante Dios: no hay condenación para los que están en Cristo, y nada podrá separarnos de Su amor. Habiendo creído en el evangelio, ahora vivimos en el Espíritu de Dios. Eso nos permite llamar a Dios Abba, Padre. Sufrimos con Cristo y sufrimos junto con toda la creación mientras esperamos que Dios nos revele como Sus hijos. Con la ayuda del Espíritu, confiamos en que Dios está con nosotros y nos ama en Cristo.