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Verso

Mateo 23:37

LBLA ¡ Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella ! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
NBLA “¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
NVI »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!
RV1960 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
JBS ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!

¿Qué significa Mateo 23:37?

En lo que respecta al evangelio de Mateo, estas son las últimas palabras que Jesús le dirá a Jerusalén en un lugar público. Aún tenía más que enseñar, y los dos capítulos siguientes contienen muchas más enseñanzas. Este es el momento, sin embargo, donde termina el ministerio público de Jesús (Mateo 23:39). Antes de esto, Jesús estuvo condenando a los líderes religiosos de Israel, quienes no hicieron un buen trabajo a la hora de cuidar de Israel (Mateo 23:1–3). Esas palabras fueron pronunciadas de manera directa. Las palabras de Cristo en este versículo parecen ser un poco más tristes. Teniendo en cuenta el desastre que estaba a punto de venir sobre la ciudad, Jesús le habló a Jerusalén con un tono bastante melancólico.

A pesar de ser la ciudad más importante del pueblo escogido de Dios, Jerusalén se fue ganando un triste legado a través de las generaciones (Hechos 7:52). La ciudad de David se ganó la reputación de ser la ciudad que mataba a los profetas y apedreaba a los mensajeros que Dios les enviaba. Ese mismo legado se volvería aún más claro una semana después cuando Jesús mismo fue condenado y asesinado en Jerusalén (Mateo 26:1–5).

Jesús habla aquí sobre el papel que hubiera preferido desempeñar en relación con Jerusalén y el pueblo de Israel. Hablando desde la perspectiva de Dios, como un miembro de la Trinidad, Jesús dice que muchas veces había intentado proteger a Jerusalén y a sus hijos. El simbolismo aquí es único en las Escrituras y tiene un sentido casi maternal. Jesús, el Hijo de Dios, está hablando directamente desde el corazón en este pasaje.

Por supuesto, dado que Dios es omnipotente, esto nos plantea la pregunta de por qué Dios no les ofreció ese nivel de protección. ¿Por qué sufrieron tanto? ¿Por qué Jerusalén acabaría siendo destruida (Mateo 24:1–2)? La respuesta no es difícil de entender, aunque sí puede ser difícil de aceptar: el pueblo no estaba dispuesto a recibir Su protección, porque rechazaron a Dios, a Sus mensajeros y Su mensaje (Juan 5:39–40). Esa es la razón por la que sufrieron el juicio de Dios, y esa es la razón por la que pronto lo harían de nuevo.
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