¿Qué significa Mateo 23:16?
Jesús continúa condenando a los líderes religiosos de Israel, específicamente a los escribas y fariseos: los principales maestros de la ley y la espiritualidad judías. Debido a que Dios fue quien los eligió (Juan 5:22), Jesús está compartiendo una serie de "ay(s)" en contra de ellos. En este momento, Jesús está compartiendo Su tercera condena en contra de ellos.Resaltando su hipocresía (Mateo 13:13) y sus falsas enseñanzas (Mateo 23:15), Jesús repite de nuevo que eran guías ciegos (Mateo 15:12–14; Juan 9:39–41). Estos líderes religiosos no podían dirigir a nadie hacia la verdad, porque ellos mismos no podían ver la verdad.
El ejemplo específico que Cristo ofrece sobre esta ceguera espiritual habla sobre el hecho de hacer juramentos durante acuerdos vinculantes. Hacer juramentos era algo que estaba profundamente arraigado en la cultura de esta época, aunque no era una práctica que la mayoría de la gente pueda entender en la actualidad. Según de la manera que se entendía en la antigüedad, la responsabilidad que acarreaba un juramento estaba directamente relacionada con el poder o la santidad del objeto —o persona— por el cual se hacía el juramento. Durante este período, a los israelitas no se les permitía hacer juramentos sobre Dios mismo, ni siquiera pronunciar el nombre de Dios directamente. En cambio, hacían juramentos por objetos que estaban estrechamente relacionados con Dios de alguna manera, tales como Su trono, el templo o el altar.
Debido a su legalismo y los entresijos de sus propias interpretaciones de la ley, los fariseos aparentemente idearon un sistema que separaba los objetos por los que las personas tenían que cumplir sus promesas de los objetos que no eran lo suficientemente significativos como para requerir que uno tuviera que hacerlo. Esto provocaba que las personas más astutas hicieran juramentos por cosas que no eran vinculantes y, al hacerlo de esa manera, tenían algo de "espacio" para cambiar de opinión si fuera necesario. El ejemplo de Jesús nos presenta una de esas distinciones: si alguien juraba por el templo, eso no era un juramento vinculante, pero si alguien juraba por el oro del templo, esa persona estaba obligada a hacer lo que había acordado.
En ese momento de Su ministerio, Jesús ya había condenado la práctica de hacer juramentos que tuvieran el objetivo de enfatizar la importancia de lo que las personas decían que iban a hacer. Durante el Sermón del Monte, Jesús dijo que tales promesas no eran necesarias y, de hecho, dijo que ese tipo de promesas vienen directamente de nuestro pecado. En cambio, Jesús dijo que las personas simplemente dijeran "sí" y "no" y que luego hicieran lo que dijeron que iban a hacer (Mateo 5:33–37).
En estos versículos, Jesús está criticando a los fariseos por asignarle valor a las cosas de acuerdo con los estándares del mundo, en lugar de hacerlo a través de los estándares de Dios.
Mateo 23:13–36 contiene siete condenas que Jesús comparte con los líderes religiosos de Su época. Cada una de estas condenas se introduce con la palabra "ay", una exclamación que sirve para enfatizar el mensaje que venía después. Jesús dice que estos hombres eran "ciegos" e "hipócritas" varias veces. De hecho, cuando convencían a los demás de seguir sus propias creencias, añadían más víctimas al infierno. Ellos seguían las leyes que le añadieron a la ley al más mínimo detalle, pero se olvidaron del significado real de las Escrituras: lo que Dios realmente pensaba sobre la justicia, la misericordia y la fidelidad. Su apariencia externa de rectitud escondía vidas internas llenas de codicia, autocomplacencia, hipocresía y anarquía. Los líderes religiosos de la generación de Jesús pagarían por muchos de las personas justas que fueron asesinadas injustamente en el pasado.
Después de desmantelar por completo a los escribas, a los fariseos y a los saduceos durante un debate, Jesús condenó aún más a fondo a estos líderes religiosos debido a su hipocresía religiosa. Los líderes religiosos lo hacían todo para demostrar lo justos que eran y para que los demás los vieran. Jesús les presenta el juicio que Dios dejaría caer sobre los escribas y los fariseos en una serie de siete declaraciones que comienzan con la frase "ay de ustedes". En repetidas ocasiones los llama "ciegos" e "hipócritas", y concluye con un lamento por Jerusalén y sus hijos, quienes rechazaron Su protección. El juicio de Dios se estaba acercando.