¿Qué significa Mateo 15:11?
Después de un acalorado intercambio y condenar a los fariseos, Jesús se dirigió a la multitud para abordar lo que los fariseos habían dicho. Le preguntaron a Jesús la razón por la que Sus discípulos habían quebrantado la tradición de los ancianos al no lavarse las manos ritualmente antes de comer (Mateo 15:1–9).Los fariseos creían que estaban demostrando una fidelidad religiosa pura al seguir las tradiciones de los líderes que los habían precedido. Una de esas tradiciones que se había convertido en un requisito legal era lavarse las manos antes de comer, algo que también incluía el hecho de tener que usar ciertos utensilios. Sin embargo, esto no era un mandamiento de las Escrituras. Dios no exigió que lo hicieran, y Jesús no requirió que Sus discípulos se lavaran las manos de una manera exacta.
Es importante saber la razón por la que estaban en desacuerdo. Jesús no estaba diciendo que lavarse las manos antes de comer fuera algo malo, ni tampoco estaba dándonos a entender que no había ninguna razón en absoluto para hacerlo. Lo que Cristo estaba diciendo es que era imposible que una mera tradición tuviera el poder de limpiar a alguien espiritualmente. Por eso, Jesús dice en este versículo que lo que entra en la boca de una persona no es lo que la contamina, sino que es lo que sale de la boca de una persona lo que hace que esa persona se vuelva espiritualmente impura.
La mayoría de los israelitas seguramente pensaron que decir algo sí era muy radical. Jesús no solo estaba enseñando que seguir la tradición de lavarse las manos no servía para nada a la hora de limpiar a una persona espiritualmente, sino que los judíos creían fervientemente que de hecho podían ensuciarse espiritualmente cuando comían algunos alimentos específicos, como la carne de cerdo. Por tanto, no nos sorprende que los discípulos le pidieran una explicación (Mateo 15:15).
Jesús nos explicará exactamente lo que quiso decir durante los siguientes versículos. La idea principal era que nadie podía volverse espiritualmente limpio o impuro por la mera presencia de algún objeto material. Por esa razón, la impureza espiritual no se produce simplemente al entrar en contacto, sin saberlo, con una algún alimento impuro. Lo que importa cuando se trata de impureza espiritual es la intención, tal y como lo pueden revelar nuestras palabras (Mateo 15:17–20).
Mateo 15:10–20 nos describe la respuesta que Jesús dio ante uno de los desafíos de los fariseos. Su preocupación no era lavarse las manos por salud, sino para seguir rituales religiosos. Jesús dice que estos fariseos serán rechazados y tambiÉn dice que son guías ciegos. Cuando los discípulos le preguntan acerca de esto, Jesús les dice que no es lo que entra en la boca de una persona lo que la contamina, sino que son las palabras que salen de la boca las que revelan el pecado que hay en nuestros corazones. La contaminación ya estaba ahí, además de todo tipo de pecados. Jesús les dice rotundamente que comer sin lavarse las manos no puede contaminar espiritualmente a nadie.
Algunos fariseos y escribas vinieron de JerusalÉn para desafiar a Jesús. Se habían ofendido porque Sus discípulos rompieron la tradición de los líderes religiosos sobre el ritual de lavarse las manos antes de las comidas. Entonces, ¡Jesús le dio la vuelta a ese ataque, y señaló que sus críticos honraban su propia tradición por encima de los mandamientos reales de Dios! Jesús dice que nadie se contamina por lo que entra por la boca, sino por la manera en que el espíritu se expresa, como las palabras que salen de la boca. Jesús y los discípulos deciden marcharse de Israel. Jesús expulsa a un demonio de la hija de una mujer cananea que fue muy persistente. DespuÉs viajan al lado sureste del Mar de Galilea, donde Jesús alimenta a miles de personas con unos pocos panes y unos peces. Estos dos últimos eventos fueron los que finalmente establecieron la eventual difusión del evangelio más allá del pueblo de Israel.