Capítulo
Verso

Mateo 20:34

LBLA Entonces Jesús, movido a compasión, tocó los ojos de ellos, y al instante recobraron la vista, y le siguieron.
NBLA Entonces Jesús, movido a compasión, tocó los ojos de ellos, y al instante recobraron la vista, y Lo siguieron.
NVI Jesús se compadeció de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
RV1960 Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.
JBS Entonces Jesús, teniendo misericordia de ellos, les tocó los ojos, y luego sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.

¿Qué significa Mateo 20:34?

Mateo dice que Jesús se compadeció de los dos ciegos que creían que Él era el Mesías (Mateo 20:29–33). De este modo, nos muestra una vez más que Jesús tiene compasión de los que sufren y está dispuesto a ayudar a los que confían en Él. Jesús tocó los ojos de estos dos mendigos ciegos. Una vez que pudieron ver de nuevo, se unieron a la multitud de personas que estaba siguiendo a Jesús de camino a Jerusalén.

Los predicadores, actualmente, a menudo enfatizan el hecho de que esta era la última vez que Jesús pasaría por ese camino; si los ciegos hubieran desperdiciado esta oportunidad, nunca más habrían tenido otra. Esto nos ayuda a hacer una analogía muy útil con respecto a la salvación y el hecho de que nadie sabe realmente si tendrá más tiempo para reconciliarse con Dios (Santiago 4:14; Lucas 12:19–20).

Jesús también logró hacer algo más con esta curación. Al devolverle la vista a estos ciegos, les demostró nuevamente a todos los que lo estaban siguiendo que Él era verdaderamente el Hijo de Dios. Jesús realizó este milagro públicamente, a un día de camino de Jerusalén, y sin preocuparse por quién lo vería hacerlo y la manera en que las personas conectarían el milagro con el hecho de que Él era el Mesías.

Esta curación es diferente a la otra ocasión en que Jesús curó a otra pareja de ciegos. En dicha ocasión, Jesús los sanó dentro de una casa en lugar de hacerlo al aire libre y les "aseguró con mucha firmeza" que no se lo contaran a nadie (Mateo 9:27–31). Jesús aún no estaba listo para los problemas a los que se enfrentaría cuando la gente comenzara a escuchar detalles sobre Sus poderes milagrosos. En este momento, sin embargo, Él había venido a Jerusalén exactamente para hacer eso, y ya no había ninguna razón para mantener en secreto ni Su poder ni el hecho de que era el Mesías.

Lo que Jesús hizo a continuación fue algo público que no intentó esconder en absoluto: la Entrada Triunfal (Mateo 21:1–11).
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