¿Qué significa Hebreos 10:20?
El tema general del libro de Hebreos es que el nuevo pacto de Dios es superior al antiguo pacto. Esto no hace que el antiguo pacto sea incorrecto o no tenga sentido. Más bien, Dios siempre ha tenido la intención de que el sistema de sacerdotes y sacrificios de animales del Antiguo Testamento apuntara hacia el eventual Mesías. Dada toda la Escritura y la evidencia que respalda el papel de Jesús como el Prometido, argumenta el escritor, los cristianos deben tener mucha confianza en su fe.Una de las características más llamativas del antiguo pacto era la cortina que separaba ciertos lugares santos de la entrada del pueblo. Detrás de esta cortina estaba el más sagrado de todos los aposentos del templo, donde solo el sumo sacerdote podía entrar, una vez al año, y este era el lugar donde el sumo sacerdote ofrecía un sacrificio por el pecado (Hebreos 9:6–7). La mera existencia de esta cortina implicaba que había una separación entre Dios y el hombre (Hebreos 9:8).
Sin embargo, el sacrificio de Cristo en nuestro nombre elimina esta barrera (Hebreos 9:11–14). Esto se simbolizó de manera más dramática en la crucifixión de Jesús, cuando esta misma cortina del templo se rasgó de arriba a abajo (Mateo 27:50–51).
Hebreos 10:19–25 es una manera alentadora de conectar las dos secciones principales del libro de Hebreos. Los versículos anteriores completaban una explicación larga y detallada de por qué el nuevo pacto es superior al antiguo. Esta sección está destinada a inspirar a los cristianos a estar más confiados, a ser más valientes y a animarlos a vivir su fe. El siguiente pasaje representa quizás la advertencia más severa que aparece en esta carta sobre el peligro de "apartarse" de la fe.
Las propias palabras de Dios, que se encuentran en las Escrituras del Antiguo Testamento, declaran Su intención de reemplazar el antiguo pacto por un nuevo pacto. Jesús cumple todas estas profecías y todo el simbolismo que se encuentra en el sistema de sacerdotes, el tabernáculo y los sacrificios de animales. Sabiendo que Jesucristo es, sin duda, el remedio de Dios para nuestro pecado, debemos animarnos a mantenernos firmes en nuestra fe frente a la persecución. Sin embargo, esa misma confianza trae consigo terribles consecuencias espirituales para aquellos que conocen la salvación de Cristo, pero finalmente eligen actuar desafiando Su voluntad.
