Verso

1 Pedro 2:1

LBLA Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación,
NBLA Por tanto, desechando toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda difamación,
NVI Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia,
RV1960 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,
JBS Habiendo pues dejado toda malicia, y todo engaño, y fingimientos, y envidias, y todas las murmuraciones,

¿Qué significa 1 Pedro 2:1?

Al final del capítulo 1, Pedro animó a sus lectores cristianos a que se amaran los unos a los otros con sinceridad y con corazones puros. Los cristianos hemos nacido de nuevo gracias a la palabra de Dios, la cual dura para siempre. Esa palabra de Dios nos ha permitido alcanzar la eternidad y amarnos con sinceridad los unos a los otros. En otras palabras, uno de los aspectos más fundamentales de nuestra identidad cristiana es que debemos amarnos los unos a los otros, debido a que nuestro Padre nos amó primero. Esta es una de las maneras en que Dios nos expresa Su santidad (1 Pedro 1:15–16). Por tanto, estamos hechos para hacer lo mismo.

En este versículo, Pedro nos describe algunas de las formas en que dejamos de amarnos los unos a los otros, y dice que debemos deshacernos de estas cinco actitudes y acciones que se oponen al amor de Dios y nos ciegan de tal manera que dejamos de centrarnos en los demás para centrarnos únicamente en nosotros mismos.

La maldad se refiere al hecho de tener una voluntad perversa a la que no le importa hacerle daño a los demás. El engaño es un tipo de deshonestidad intencional. La hipocresía también es un tipo de falsedad a través de la cual obligamos a los demás a cumplir estándares morales que nosotros no cumplimos con el fin de enorgullecernos. La envidia es un tipo de "descontento resentido" que nos provoca angustia debido a que alguien tiene algo que nosotros no tenemos. La calumnia se refiere al hecho de compartir falsedades y mentiras con el fin de dañar la reputación de otras personas.

Cuando dejamos de lado estas actitudes y acciones, también dejamos de servirnos a nosotros mismos y nos centramos en servir a los demás. La iglesia—la comunidad de cristianos—está destinada a ser un lugar donde cada uno de nosotros pone su confianza en el cuidado y la provisión de Dios. Las relaciones que tenemos con los demás deben centrarse en el amor que sentimos los unos por los otros tal y como Dios nos amó primero. Por tanto, el egocentrismo y el narcisismo no tienen cabida en el pueblo de Dios.
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