Verso
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Santiago 3:12

LBLA ¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce.
NBLA ¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce.
NVI Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
RV1960 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
JBS Hermanos míos, ¿puede la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

¿Qué significa Santiago 3:12?

Santiago continúa hablando sobre el hecho de que nuestras lenguas están fuera de control por naturaleza, que son malvadas y que se oponen entre sí. Durante los versículos anteriores, Santiago dijo que a veces usamos nuestras palabras tanto para alabar a Dios nuestro Creador como para maldecir a las personas, a quienes Dios ha creado a Su propia imagen. ¿Debería esto ser así? Obviamente no, y no solo es un error que cometemos como otro cualquiera, sino que es algo que no es natural a nivel espiritual, en el sentido de que no es la forma en que Dios nos creó originalmente. Lo cierto es que todos hemos sido corrompidos por el pecado.

Para ilustrar esa contradicción, Santiago dijo en el versículo anterior que de un manantial de agua nunca brota agua salada y agua dulce. La creación no funciona así. El agua dulce y el agua salada provienen de dos lugares completamente diferentes. En este versículo, Santiago nos pone dos ejemplos más: las higueras no producen aceitunas, y los olivos no producen higos. De hecho, tampoco deberíamos esperarnos meter un vaso en el océano y sacar agua dulce.

Santiago deja de hablar de la lengua después de este versículo, algo que nos puede parecer algo abrupto, ya que no nos da instrucciones específicas sobre cómo resolver este problema. Más bien, Santiago desea que sus lectores capten la idea general de lo que está comunicando: las personas que confían en Dios comienzan a cambiar y a tomar decisiones diferentes en sus vidas. En realidad, no nos comportamos como personas que confían plenamente en Dios, aunque en realidad queramos hacerlo, y nuestra fe está lejos de ser perfecta. Sin embargo, a medida que crecemos, nuestra confianza en el Padre crece, y entonces comenzamos a hacer cosas buenas por los demás y nuestra manera de hablar también cambia.
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