Verso
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Santiago 3:1

LBLA Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo.
NBLA Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo (mayor condenación).
NVI Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad.
RV1960 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
JBS Hermanos míos, no os hagáis muchos maestros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.

¿Qué significa Santiago 3:1?

Aquí, Santiago comienza a compartir una nueva idea, la importancia de saber controlar lo que decimos, una idea que conectará con la idea principal del capítulo 2: que una fe salvadora en Dios siempre causa que los creyentes hagan buenas obras. Tal y como lo señala Santiago en este mismo capítulo, esto no significa que seremos perfectos (Santiago 3:2), sino que lo que hacemos y lo que decimos debe reflejar nuestra fe en Dios.

Santiago comienza, sin embargo, haciéndonos una advertencia acerca de las personas que quieren ser "maestros". Tal y como lo dice Santiago, no debería haber muchos cristianos que quieran ser maestros, ya que esas personas recibirán un juicio mucho mayor. Cuanto más uno dice saber, más responsable se vuelve por lo que hace con ese conocimiento (Juan 9:41).

Los estudiosos de la Biblia especulan que la razón por la que Santiago dice esto aquí es porque había muchas personas que decían ser maestros durante los primeros años de la iglesia. Es posible que muchos pensaran que eran sabios, pero realmente todavía eran muy inmaduros en su fe. También es posible que algunos desearan recibir respeto que normalmente reciben los maestros, pero no tenían ni el don espiritual de enseñar ni un estilo de vida que reflejara las verdades del cristianismo.

Santiago no está sugiriendo que nadie deba convertirse en un maestro, ya que los maestros son muy necesarios para la iglesia, y Dios les da ese don a personas específicas para que puedan enseñarles a los demás (1 Corintios 12:28; Romanos 12:7; Efesios 4:11). En la iglesia, los maestros deben ayudar a que los cristianos entiendan las Escrituras con claridad. El trabajo de un maestro, específicamente, no es profetizar o revelar nuevas verdades de Dios, sino ayudar a las personas a entender lo que ya se nos ha revelado.

Tal y como lo deja claro Santiago, el papel de "maestro" no es un papel que deba tomarse a la ligera. Los maestros se enfrentarán a un juicio más estricto, y serán juzgados por su estilo de vida y si refleja lo que enseñan, además de que no deben confundir a las personas en la manera en que entienden la Palabra de Dios con sus propias palabras. Cuanto más afirma saber una persona, más responsable se le considera de actuar de acuerdo con ese conocimiento, y cuanto más reivindica una persona tener la autoridad para enseñar, más responsable será de cómo dirige (o engaña) a otras personas.

Tal y como nos lo revelarán los siguientes versículos, ésta es una responsabilidad muy seria, ya que lo que decimos puede llegar a ser muy peligroso.
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