Capítulo
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Verso

Romanos 6:12

LBLA Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias;
NBLA Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias;
NVI Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos.
RV1960 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
JBS No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que lo obedezcáis en sus concupiscencias;

¿Qué significa Romanos 6:12?

En el versículo anterior, Pablo nos dijo que pensáramos en nosotros mismos como si ya hubiéramos muerto al pecado y ahora viviéramos por y para Dios de la misma manera que Cristo murió por nuestros pecados y ahora vive por y para Dios. Ahora Pablo nos dice que no dejemos que el pecado reine o gobierne sobre nuestros cuerpos mortales; no debemos permitir que el pecado nos haga obedecerlo.

Esto les parece confuso a algunos lectores. ¿No ha dicho Pablo que estamos muertos al pecado (Romanos 6:1)? ¿No nos ha dicho que el "cuerpo de pecado" ha sido eliminado (Romanos 6:6) y que hemos sido liberados del pecado cuando morimos con Cristo en el momento en el que confiamos en Él (Romanos 6:7)? Entonces, ¿cómo podría el pecado gobernarnos o hacernos obedecer sus pasiones? La respuesta simple es esta: hemos sido liberados de la autoridad que el pecado tenía sobre nosotros, pero no hemos perdido el deseo de pecar. En resumen, el pecado todavía nos atrae. En realidad, es fácil olvidarnos del hecho de que nunca más tendremos que hacer nada pecaminoso; algunas veces es incluso difícil creer en algo así (1 Corintios 10:13). Ahora, sin embargo, ya no somos esclavos del pecado, sino que solo podemos ofrecernos voluntarios a formar parte del pecado.

Pablo nos anima a que tengamos esa conversación con nosotros mismos de forma continua, y nos ordena que participemos en esa batalla con nuestros deseos. Evitemos que el pecado nos diga lo que tenemos y no tenemos que hacer, nos dice Pablo aquí. Para el creyente cristiano que se ha salvado, los deseos pecaminosos ya no son el patrón de conducta normal. Los cristianos no deben ceder el control a esos impulsos pecaminosos nunca más.
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