Verso

1 Juan 2:16

LBLA Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
NBLA Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida (las riquezas), no proviene del Padre, sino del mundo.
NVI Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo.
RV1960 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
JBS Porque todo lo que hay en el mundo que es la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo.

¿Qué significa 1 Juan 2:16?

Juan nos describe aquí lo que quiere decir con la palabra "mundo", y nos presenta dos tipos de "deseos" y una forma de orgullo.

Primero están los deseos (o lujurias) de "la carne", refiriéndose a lo que desea el cuerpo. Esto generalmente se refiere a cualquier cosa que se desee de manera excesiva o inapropiada, algo que puede ir desde la comida hasta la impureza sexual. En este contexto, esto no se refiere a los deseos físicos que son normales o necesarios para sobrevivir. En segundo lugar, están los deseos de "los ojos", lo cual nuevamente es un término bastante general. En este caso, Juan no solo se refiere a aquellas cosas que vemos literalmente, sino aquellas que imaginamos o sobre las que ponemos nuestros ojos "mentales". En tercer lugar, está la "vanagloria o el de la vida", es decir, los deseos pecaminosos que atraen la atención hacia uno mismo, y la costumbre que a veces tenemos de alardear de nosotros mismos. Jesús dijo que el orgullo jactancioso es pecado (Marcos 7:22) y tuvo que soportar tentaciones similares por parte del Diablo (Mateo 4:1–11).

Dios no es el origen de estos deseos y orgullo, sino que son cosas que surgen del mundo impío. Por eso, una persona que ama al mundo (1 Juan 2:15) no tiene el amor de Dios en él o ella. En el versículo 17, Juan enfatizará que, aunque estos deseos superficiales un día se acabarán, la voluntad de Dios (y aquellos que la cumplen) vivirán para siempre.
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