Capítulo
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Marcos 1:25

LBLA Jesús lo reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
NBLA Jesús lo reprendió, diciendo: “¡Cállate, y sal de él!”
NVI ?¡Cállate! —lo reprendió Jesús—. ¡Sal de ese hombre!
RV1960 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
JBS Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él.

¿Qué significa Marcos 1:25?

Uno de los milagros que Jesús realiza para dar autenticidad a Su mensaje es llegar a saber lo que no se podía saber a través de únicamente medios naturales (Juan 4:28–30). Los demonios también conocen verdades sobre el mundo espiritual que a veces les comunican a las personas (Marcos 5:7; Hechos 16:16–17). Pero Dios no quiere que interactuemos con los demonios, ni siquiera para aprender más acerca de él. Jesús es divino, como ya lo había dejado claro el espíritu (Marcos 1:24), sin embargo, Jesús tiene Su propio plan con respecto a cómo y cuándo revelarse a la humanidad.

Para evitar que el espíritu maligno interfiera, Jesús le da dos órdenes al demonio. Primero, él debe "callarse" o literalmente "quedarse boquiabierto". Esto viene de la raíz griega phimoo, utilizada para el instrumento que se usa para evitar que un animal abra la boca. Del mismo modo, cuando nos enfrentamos a influencias demoníacas, nuestro primer acto debería ser taparnos los oídos; Jesús no quiere que los escuchemos.

Segundo, Jesús le ordena al espíritu que abandone a la persona que está controlando. En ese tiempo, los personas que se llamaban a sí mismos "exorcistas" utilizaban fórmulas o rituales mágicos en un intento de eliminar a los espíritus impuros. Jesús simplemente le ordena al espíritu que se vaya. Este acto revela el poder único y supremo que tenía sobre el mal. Sin embargo, también muestra Su nivel de sumisión a Dios. Jesús pudo haber desterrado a Satanás durante la tentación en el desierto (Mateo 4:1–11), pero la tentación era esencial para establecer la identidad de Jesús como el principal y mayor sacrificio, uno que en el que no se podía encontrar pecado alguno. Este acto también contrasta con Su tiempo en la cruz. Aunque Jesús pudo haber detenido la crucifixión, eligió acatar la voluntad del Padre para completar el plan de Dios; Su plan era proporcionarles a las personas una oportunidad de salvación a través de Su sacrificio expiatorio por el pecado (Juan 3:16).
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