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Marcos 16:8

LBLA Y saliendo ellas, huyeron del sepulcro, porque un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas; y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo.
NBLA Y saliendo ellas, huyeron del sepulcro, porque un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas; y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo.
NVI Temblorosas y desconcertadas, las mujeres salieron huyendo del sepulcro. No dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
RV1960 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
JBS Y ellas se fueron huyendo del sepulcro; porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.

¿Qué significa Marcos 16:8?

María Magdalena les dice a los discípulos que el cuerpo de Jesús ya no está en la tumba y que ella no sabe dónde está (Lucas 24:9 y Juan 20:2). Después de que Pedro y Juan revisaran la tumba por sí mismos (Juan 20: 3–9), Jesús se encuentra con María junto a la tumba (Juan 20:11–18). Luego regresa y les dice a los discípulos que Jesús ha resucitado. Sin embargo, no hay ningún relato que demuestre que las mujeres compartieran esta información con nadie más.

"Temblar" proviene de la raíz griega tromos, y puede significar literalmente temblar de miedo, pero también puede referirse a alguien que intenta completar una tarea para la que se siente incapaz de realizar. "Espanto" proviene de la raíz griega ekstasis, y significa ser sacudido fuertemente, como alguien cuya visión del mundo entera se ha hecho añicos. "Miedo" proviene de la raíz griega phobeo, de la cual obtenemos el sufijo "fobia", la cual puede significar tener miedo de huir o ser golpeado por un temor reverencial.

Las mujeres se sienten así porque Jesús ya no esta allí, y ha sido reemplazado por dos ángeles (Lucas 24: 4). Los ángeles les dicen que Jesús ha resucitado. Ninguna de estas cosas tiene sentido. Estas mujeres vieron el cuerpo azotado de Jesús. Lo vieron morir (Marcos 15:40–41). Vieron al soldado perforar Su costado, dejando que la sangre y el agua brotaran de Su costado (Juan 19:33–34). Luego siguieron a José de Arimatea y Nicodemo hasta la tumba y oyeron el ruido de la piedra gigante al cubrir la entrada (Mateo 27: 59–61). Han tenido dos días para pensar solamente en la muerte de Jesús. Jesús debería estar envuelto en lino, acostado en el sepulcro; pero Jesús no está allí.

Ese día, las mujeres y los discípulos tienen que lidiar con verdades muy simples: Jesús está vivo y Su cuerpo ha sido sanado y glorificado. Dos mil años después, comprender este momento incluye varias facetas más: Jesús es Dios y el Hijo de Dios. Su muerte en la cruz y resurrección es la obra que perdonará nuestros pecados y nos reconciliará con Dios.

¿Cómo respondemos a esta información? Es posible explorar formas paralelas a cómo la humanidad procesa tal afirmación en la actualidad utilizando las reacciones que se observan en las mujeres a su llegada a la tumba:
  • Temblar o tromos: La magnitud de la idea puede inspirar temblores, para bien o para mal; puede resultar en una experiencia abrumadora.
  • Asombro o ekstasis: podemos cambiar nuestra cosmovisión y aceptar la cosmovisión de Dios. Necesitamos darnos cuenta de que lo que naturalmente creemos sobre el mundo no es en absoluto todo lo que hay, y lo poco que sabemos del mundo, no sabemos interpretarlo bien. Solo el Espíritu Santo puede rectificarnos.
  • Tener miedo o fobos: en este contexto específico, se nos debe animar a huir de nuestra antigua vida de pecado y postrarnos ante la grandeza de Dios.
Los manuscritos más confiables del Evangelio de Marcos acaban aquí, con una mezcla de confusión, miedo y esperanza. En cierto modo, es así cómo vive la iglesia. Se nos ha dicho que Jesús vive, pero aún no lo hemos visto; y también se nos ha prometido que pronto estaremos con él. Nuestro objetivo es extender el evangelio, y aunque sabemos que no estamos a la altura de la tarea, de todos modos, damos un paso adelante con fe. Si prestamos atención, todos los días nos enfrentamos a formas en que la cosmovisión de Dios sacude la nuestra.

Algunos manuscritos menos confiables añaden a Marcos 16:8 lo siguiente: "pero informaron brevemente a Pedro y a los que estaban con él todo lo que se les había dicho. Y después de esto, Jesús mismo envió por medio de ellos, de este a oeste, la proclamación sagrada e imperecedera de la salvación eterna". Los otros evangelios afirman que las mujeres informaron a Pedro (Juan 20:2; Lucas 24:9). El libro de los Hechos y la historia de la iglesia muestran que la última parte es cierta. Sin embargo, Marcos, alguien que normalmente se concentra en momentos de acción, nos deja aquí, al borde de un mundo completamente nuevo.
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