¿Qué significa 2 Pedro capitulo 2?
En el capítulo 2 de la segunda carta de Pedro, Pedro describe y condena duramente a los falsos maestros que habían entrado en la iglesia. Además, promete que Dios los destruirá. Pedro también muestra el impacto que podrían tener sus mentiras en aquellos que decidieran creerlos. ¿Quiénes eran estos falsos maestros? En realidad, estas personas no eran personas que aparecieron difundiendo falsas doctrinas contra la comunidad de cristianos desde fuera. En cambio, surgieron desde dentro de la iglesia, y eran muy astutos porque introdujeron "con disimulo "sus herejías destructivas o "sus mentiras sobre la verdad".Este pasaje destaca algunos de los pecados más graves que cometen, pero Pedro no comparte detalles específicos. Pedro no dice nada sobre cuál era el contenido de sus falsas enseñanzas, y esto lo hace de manera deliberada, para que sus lectores se quedaran con la idea más importante: las falsas enseñanzas son un problema, no solo un error doctrinal específico. Al hablar en términos generales sobre las falsas enseñanzas, Pedro se asegura de que lo que está diciendo se pueda aplicar en todo tipo de situaciones.
Pedro destaca tres aspectos principales sobre este tipo de engaños. Primero, estos falsos maestros negaban la soberanía de Cristo, y enseñaban que Él no era el Señor, aunque Cristo los comprara con Su sangre. En segundo lugar, se entregaban abiertamente al pecado sexual y les enseñaban a los demás a que hicieran mismo. Finalmente, utilizaron mentiras para aprovecharse de los cristianos. La codicia los había cegado.
Para animarlos y hacerles una advertencia muy seria, Pedro les asegura a sus lectores que Dios es consciente de la práctica de estos falsos maestros, y que su destrucción estaba muy cerca. Dios no ignora este tipo de cosas. Pedro enumera algunos ejemplos históricos para demostrar que Dios está listo y dispuesto a destruir a quienes lo rechazan. De hecho, Dios no perdonó ni siquiera a los ángeles que pecaron, ni perdonó a todo el mundo antiguo que vivió durante los tiempos de Noé, excepto a Noé y su familia. Además, Dios quemó las ciudades de Sodoma y Gomorra hasta reducirlas a cenizas por su maldad, y solo salvó a Lot.
Lo que Pedro está diciendo es que Dios sabe cómo rescatar a Su pueblo y castigar a los injustos exactamente en el momento adecuado. El ajuste de cuentas final y definitivo ocurrirá durante el día del juicio final.
Otro pecado que cometen estos falsos maestros es que, en su arrogancia e ignorancia, insultan a los seres celestiales sin temor a la destrucción que se avecina sobre ellos, y practican su pecado sexual abiertamente sin que les pese su consciencia; se han vuelto tan avariciosos que se han convertido en la avaricia misma. Pedro los llama "hijos de maldición", usando una frase hebrea que se utilizaba para identificar a las personas que Dios ya había condenado. Pedro compara su vida con la del profeta Balaam del Antiguo Testamento, quien en un momento de su vida estaba montando en un asno que se estaba dirigiendo hacia un ángel, y fue el asno el que tuvo que decirle que el ángel estaba ahí.
Finalmente, Pedro habla sobre el impacto que estos maestros tienen en las personas que creen en ellos. Estos maestros son como nubes de lluvia que nunca traen lluvia, sus palabras están vacías y solo se centran en satisfacer sus deseos lujuriosos. Aun así, algunas personas creen en sus engaños. Las personas más vulnerables a estas mentiras son las que acaban de salir del mundo y llevan muy poco tiempo en la iglesia, ya que carecen de la experiencia o el conocimiento para saber distinguir lo que es verdad de lo que es mentira.
Incluso aunque los falsos maestros son esclavos de sus propios deseos pecaminosos, sus víctimas se sienten atraídas por una falsa promesa de "libertad"; se sienten libres para entregarse al pecado, asumiendo que podrán participar de él sin experimentar ningún tipo de consecuencia. Al final, se quedan enredados en ese pecado y son arrastrados de regreso al mundo del que vinieron. Una vez que esas personas aceptan el engaño de esos maestros, comienzan a darle la espalda al "santo mandamiento" de creer en Jesús para Su salvación, y terminan peor que si nunca hubieran oído hablar del evangelio.