¿Qué significa 2 Corintios 9:8?
¿Qué razones podría tener alguien para tener dudas sobre si debería dar o no dar para satisfacer las necesidades de los demás? Una de esas razones puede ser el temor de que no nos quede suficiente dinero como para satisfacer nuestras propias necesidades. De esta manera, dar para los cristianos es más un acto de fe, y confiamos en Dios para que Él nos ayude a satisfacer nuestras necesidades mientras Dios también satisface las necesidades de los demás usando nuestras ofrendas.Los cristianos pueden darse el lujo de confiar en Dios, quien nos ama con locura. Dios ya nos ha mostrado su amor al ofrecernos Su gracia a través de nuestra fe en Jesús. Dios nos ha dado todas las cosas para siempre en Cristo. Ese conocimiento debería ayudar a los cristianos a estar convencidos de que Dios puede seguir haciendo que toda gracia abunde en nosotros. Dios siempre hará que tengamos lo "suficiente" en todo momento para que podamos realizar las buenas obras que Él quiere que hagamos en Su nombre.
Los cristianos que dan generosamente están convencidos de que la fuente de su provisión no se acabará, ¡porque esa fuente es Dios mismo!
En 2 Corintios 9:6-15, Pablo explica los beneficios y las oportunidades que trae consigo la generosidad. El punto clave es que la generosidad piadosa es un acto de gracia semejante al de Cristo. Dios no quiere que la generosidad se haga como una obligación o bajo una nube de legalismo, sino que debe estar inspirada y motivada por un corazón dispuesto y alegre. La generosidad es una oportunidad para que los creyentes participen con Dios en la satisfacción de las necesidades de los pobres. Dios aumenta la capacidad de los creyentes que dan generosamente para dar aún más, lo que da como resultado un aumento de Su justicia en la tierra y hace que la gratitud hacia Él se desborde. Él será glorificado por aquellos que reciben la dádiva y oran por aquellos que dan.
Pablo continúa animando a los corintios a cumplir con la promesa que habían hecho, ya que habían acordado contribuir a una colecta para ayudar a los cristianos que estaban pasándolo mal en Jerusalén. Debían dar de buena gana, incluso con alegría, de acuerdo con lo que habían acordado dar en el pasado. En realidad, esa colecta no solo ayudaría a los demás, sino que también mostraría lo agradecidos que estaban por todo lo que Dios había hecho en sus vidas. Al ayudar a sus hermanos y hermanas de Jerusalén, establecerían una conexión íntima con otras personas que también estaban sufriendo en Cristo, lo cual también glorificaría a Dios. Este capítulo también nos dice que Dios quiere que las ofrendas cristianas se basen en la fe, sean voluntarias y se den con alegría. Por lo tanto, se debe evitar el legalismo, la opresión y cualquier tipo de obligación en los momentos en los que decidamos darles a los demás.