¿Qué significa 2 Corintios 9:10?
Pablo está animando a los corintios a que sean generosos y ayudaran a los cristianos que estaban sufriendo en Jerusalén. Pablo les ha dicho que debían dar de buena gana y con alegría una parte de lo que Dios les estaba dando a ellos. Las Escrituras nos hablan de la generosidad cristiana como algo que se hace por amor, no por legalismo u obligación.Sin embargo, aquí se añade algo más: Dios es, en última instancia, el que nos da todo. Dios es quien nos proporciona tanto la semilla para el pan como el pan mismo. En otras palabras, Dios es el que provoca que el dador sea capaz de dar. Pablo también dice que Dios multiplicará la semilla de aquellos que dan para aumentar la cosecha de justicia que surge como consecuencia. El que gana es el que recibe, no el que da. Dios no le promete al dador o a la dadora nada material por el hecho de haber dado.
Además, Pablo dice que cuando los cristiano dan, eso se convierte en un acto de gracias que va más allá del "simple" hecho de satisfacer el hambre de las personas. El dar mismo es una semilla que produce más y más justicia. Por lo tanto, el que da comparte el privilegio de que Dios lo use durante todo ese proceso de gracia y bendición.
En 2 Corintios 9:6-15, Pablo explica los beneficios y las oportunidades que trae consigo la generosidad. El punto clave es que la generosidad piadosa es un acto de gracia semejante al de Cristo. Dios no quiere que la generosidad se haga como una obligación o bajo una nube de legalismo, sino que debe estar inspirada y motivada por un corazón dispuesto y alegre. La generosidad es una oportunidad para que los creyentes participen con Dios en la satisfacción de las necesidades de los pobres. Dios aumenta la capacidad de los creyentes que dan generosamente para dar aún más, lo que da como resultado un aumento de Su justicia en la tierra y hace que la gratitud hacia Él se desborde. Él será glorificado por aquellos que reciben la dádiva y oran por aquellos que dan.
Pablo continúa animando a los corintios a cumplir con la promesa que habían hecho, ya que habían acordado contribuir a una colecta para ayudar a los cristianos que estaban pasándolo mal en Jerusalén. Debían dar de buena gana, incluso con alegría, de acuerdo con lo que habían acordado dar en el pasado. En realidad, esa colecta no solo ayudaría a los demás, sino que también mostraría lo agradecidos que estaban por todo lo que Dios había hecho en sus vidas. Al ayudar a sus hermanos y hermanas de Jerusalén, establecerían una conexión íntima con otras personas que también estaban sufriendo en Cristo, lo cual también glorificaría a Dios. Este capítulo también nos dice que Dios quiere que las ofrendas cristianas se basen en la fe, sean voluntarias y se den con alegría. Por lo tanto, se debe evitar el legalismo, la opresión y cualquier tipo de obligación en los momentos en los que decidamos darles a los demás.