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Capítulo
20
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
Verso
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
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19
20
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41
42
43
1 Reyes capitulo 20
La Biblia de las Américas
1
Y Ben-adad, rey de Aram, reunió todo su ejército, y tenía con él treinta y dos reyes con caballos y carros ; y subió, sitió a Samaria y peleó contra ella.
2
Entonces envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciéndole: Así dice Ben-adad:
3
“Tu plata y tu oro son míos; míos son también tus mujeres y tus hijos más hermosos.”
4
Y el rey de Israel respondió, y dijo:
Sea
conforme a tu palabra, oh rey, señor mío; tuyo soy yo y todo lo que tengo.
5
Después volvieron los mensajeros y dijeron: Así dice Ben-adad : “Por cierto que envié a decirte: ‘Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.’
6
“Pero mañana como a esta hora te enviaré mis siervos, y registrarán tu casa y las casas de tus siervos; y sucederá que todo lo que sea agradable a tus ojos
lo
tomarán en su mano y se
lo
llevarán.”
7
El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y
les
dijo: Reconoced ahora y ved que éste
sólo
busca hacer daño ; pues él envió a
pedir
me mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, y no se
los
negué.
8
Y todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: No escuches ni consientas.
9
Entonces él respondió a los mensajeros de Ben-adad: Decid a mi señor el rey: “Haré todo lo que mandaste a tu siervo la primera vez, pero esto
otro
no lo puedo hacer.” Se fueron los mensajeros y le llevaron la respuesta.
10
Y Ben-adad envió a decirle: Así me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria bastará para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue.
11
Respondió el rey de Israel y dijo: Decid
le
: “No se jacte el que se ciñe
las armas
como el que se
las
desciñe.”
12
Y cuando
Ben-adad
oyó esta palabra, estaba bebiendo con los reyes en las tiendas, y dijo a sus siervos: Tomad posiciones. Y tomaron posiciones contra la ciudad.
13
Y he aquí, un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y
le
dijo: Así dice el SEÑOR: “¿Has visto toda esta gran multitud? He aquí, la entregaré hoy en tu mano, y sabrás que yo soy el SEÑOR.”
14
Y Acab dijo: ¿Por medio de quién? Y él dijo: Así dice el SEÑOR: “Por medio de los jóvenes de los jefes de las provincias.” Entonces dijo: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú.
15
Entonces pasó revista a los jóvenes de los jefes de las provincias y eran doscientos treinta y dos; después de ellos, pasó revista a todo el pueblo,
es decir
, todos los hijos de Israel, siete mil.
16
Salieron al mediodía, mientras Ben-adad estaba bebiendo hasta emborracharse en las tiendas junto con los treinta y dos reyes que lo ayudaban.
17
Los jóvenes de los jefes de las provincias salieron primero; y envió Ben-adad
mensajeros
que le avisaron, diciendo: Han salido hombres de Samaria.
18
Entonces dijo: Si en paz han salido, prendedlos vivos; o si en guerra han salido, prendedlos vivos.
19
Salieron, pues, aquéllos de la ciudad, los jóvenes de los jefes de las provincias y el ejército que los seguía.
20
Y mató cada uno a su hombre; los arameos huyeron e Israel los persiguió, y Ben-adad, rey de Aram, escapó a caballo con
algunos
jinetes.
21
Y el rey de Israel salió y atacó los caballos y los carros, y derrotó a los arameos
causándoles
gran matanza.
22
Entonces el profeta se acercó al rey de Israel, y le dijo: Ve, fortalécete, y entiende y mira lo que tienes que hacer; porque a la vuelta del año el rey de Aram subirá contra ti.
23
Y los siervos del rey de Aram le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso fueron más fuertes que nosotros; mejor peleemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos?
24
Haz, pues, esto: quita a los reyes, cada uno de su puesto, y pon capitanes en su lugar,
25
y alista un ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo y carro por carro. Entonces pelearemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos? El escuchó su consejo y lo hizo así.
26
Y sucedió que a la vuelta del año, Ben-adad alistó a los arameos y subió a Afec para pelear contra Israel.
27
Y los hijos de Israel fueron alistados y provistos de raciones, y fueron a su encuentro; los hijos de Israel acamparon delante de ellos como dos rebañuelos de cabras pero los arameos llenaban la tierra.
28
Entonces un hombre de Dios se acercó y habló al rey de Israel, y dijo: Así dice el SEÑOR: “Porque los arameos han dicho: ‘El SEÑOR es un dios de los montes, pero no es un dios de los valles; por tanto, entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, y sabrás que yo soy el SEÑOR.’”
29
Acamparon unos frente a otros por siete días. Y sucedió que al séptimo día comenzó la batalla, y los hijos de Israel mataron de los arameos a cien mil hombres de a pie en un solo día.
30
Los demás huyeron a Afec, a la ciudad, y el muro cayó sobre los veintisiete mil hombres que quedaban. También Ben-adad huyó y se refugió en la ciudad en un aposento interior.
31
Y sus siervos le dijeron : He aquí, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; te rogamos que nos dejes poner cilicio en nuestros lomos y cuerdas sobre nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; quizás él salve tu vida.
32
Se ciñeron cilicio en sus lomos, pusieron cuerdas sobre sus cabezas y vinieron al rey de Israel, y dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: “Te ruego que me perdones la vida.” Y él dijo: ¿Vive todavía? Es mi hermano.
33
Y los hombres tomaron esto como señal, y tomando de él la palabra prestamente dijeron: Tu hermano Ben-adad
vive
. Y él dijo: Id, traedlo. Entonces Ben-adad salió a él, y él le hizo subir en el carro.
34
Y
Ben-adad
le dijo: Devolveré las ciudades que mi padre tomó de tu padre, y te harás calles en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. Y yo,
dijo Acab
, con este pacto te dejaré ir. Hizo, pues, pacto con él y lo dejó ir.
35
Y cierto hombre de los hijos de los profetas dijo a otro por palabra del SEÑOR : Te ruego que me hieras. Pero el hombre se negó a herirlo.
36
Entonces le dijo: Porque no has atendido a la voz del SEÑOR, he aquí, tan pronto como te apartes de mí, un león te matará. Y tan pronto se apartó de él, un león lo encontró y lo mató.
37
Entonces halló a otro hombre y le dijo: Te ruego que me hieras. Y el hombre le dio un golpe, hiriéndolo.
38
Y el profeta se fue y esperó al rey en el camino; se había disfrazado con una venda sobre los ojos.
39
Cuando el rey pasaba, clamó al rey y dijo: Tu siervo fue al centro de la batalla; y he aquí, un hombre se apartó
de las filas
y me trajo a uno, y
me
dijo: “Guarda a este hombre; si por alguna razón llega a faltar, entonces tu vida responderá por su vida o pagarás un talento de plata.”
40
Y mientras tu siervo estaba ocupado aquí y allá, él desapareció. Y el rey de Israel le dijo: Así será tu sentencia; tú mismo
lo
has decidido.
41
Entonces él se apresuró a quitarse la venda de los ojos, y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas.
42
Y él le dijo: Así dice el SEÑOR: “Porque has dejado salir de
tu
mano al hombre a quien yo había destinado a la destrucción, he aquí, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo.”
43
El rey de Israel se fue a su casa disgustado y molesto, y entró en Samaria.
Nueva Biblia de las Américas
1
Entonces Ben Adad, rey de Aram, reunió todo su ejército, y tenía con él treinta y dos reyes con caballos y carros; y subió, sitió a Samaria y peleó contra ella.
2
Envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciéndole: “Así dice Ben Adad:
3
‘Tu plata y tu oro son míos; míos son también tus mujeres y tus hijos más hermosos.’”
4
El rey de Israel le respondió: “
Sea
conforme a tu palabra, oh rey, señor mío; tuyo soy yo y todo lo que tengo.”
5
Después volvieron los mensajeros y dijeron: “Así dice Ben Adad: ‘Por cierto que envié a decirte: “Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.”
6
Pero mañana como a esta hora te enviaré mis siervos, y registrarán tu casa y las casas de tus siervos; y todo lo que sea agradable a tus ojos
lo
tomarán en su mano y se
lo
llevarán.’”
7
El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y
les
dijo: “Miren cómo éste
sólo
busca hacer daño; pues él envió a
pedir
me mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, y no se
los
negué.”
8
Y todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: “No escuche ni consienta.”
9
Entonces él respondió a los mensajeros de Ben Adad: “Digan a mi señor el rey: ‘Haré todo lo que mandaste a tu siervo la primera vez, pero esto
otro
no lo puedo hacer.’” Se fueron los mensajeros y le llevaron la respuesta.
10
Y Ben Adad envió a decirle: “Así me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria bastará para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue.”
11
Respondió el rey de Israel: “Dígan
le
: ‘No se jacte el que se pone
las armas
como el que se
las
quita.’”
12
Cuando
Ben Adad
oyó esta palabra, estaba bebiendo con los reyes en las tiendas, y dijo a sus siervos: “Tomen posiciones.” Y tomaron posiciones contra la ciudad.
13
Y un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y
le
dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘¿Has visto toda esta gran multitud? Hoy la entregaré en tu mano, y sabrás que Yo soy el SEÑOR.’”
14
Acab le preguntó: “¿Por medio de quién?” Y él dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Por medio de los jóvenes de los jefes de las provincias.’” Entonces
Acab
dijo: “¿Quién comenzará la batalla?” Y él respondió: “Tú.”
15
Entonces pasó revista a los jóvenes de los jefes de las provincias y eran 232; después de ellos, pasó revista a todo el pueblo,
es decir
, todos los Israelitas, 7,000.
16
Salieron al mediodía, mientras Ben Adad estaba bebiendo hasta emborracharse en las tiendas junto con los treinta y dos reyes que lo ayudaban.
17
Los jóvenes de los jefes de las provincias salieron primero; y envió Ben Adad
mensajeros
que le avisaron, diciendo: “Han salido hombres de Samaria.”
18
Entonces dijo: “Si en paz han salido, préndanlos vivos; o si en guerra han salido, préndanlos vivos.”
19
Salieron, pues, aquéllos de la ciudad, los jóvenes de los jefes de las provincias y el ejército que los seguía.
20
Y mató cada uno a su hombre; los Arameos huyeron e Israel los persiguió, y Ben Adad, rey de Aram, escapó a caballo con
algunos
jinetes.
21
El rey de Israel salió y atacó los caballos y los carros, y derrotó a los Arameos
causándoles
gran matanza.
22
Entonces el profeta se acercó al rey de Israel, y le dijo: “Vaya, fortalézcase, y entienda bien lo que tiene que hacer; porque a la vuelta del año el rey de Aram subirá contra usted.”
23
Y los siervos del rey de Aram le dijeron: “Sus dioses son dioses de los montes, por eso fueron más fuertes que nosotros; mejor peleemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos?
24
Haga, pues, esto: quite a los reyes, cada uno de su puesto, y ponga capitanes en su lugar.
25
Aliste un ejército como el ejército que perdió, caballo por caballo y carro por carro. Entonces pelearemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos?” El escuchó su consejo y lo hizo así.
26
A la vuelta del año, Ben Adad alistó a los Arameos y subió a Afec para pelear contra Israel.
27
Y los Israelitas fueron alistados y provistos de raciones, y salieron a su encuentro. Los Israelitas acamparon delante de ellos como dos rebaños pequeños de cabras pero los Arameos llenaban la tierra.
28
Entonces un hombre de Dios se acercó y habló al rey de Israel, y dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Porque los Arameos han dicho: “El SEÑOR es un dios de los montes, pero no es un dios de los valles; por tanto, entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, y sabrás que Yo soy el SEÑOR.”’”
29
Acamparon unos frente a otros por siete días. Al séptimo día comenzó la batalla, y los Israelitas mataron de los Arameos a 100,000 hombres de a pie en un solo día.
30
Los demás huyeron a Afec, a la ciudad, y el muro cayó sobre los 27,000 hombres que quedaban. También Ben Adad huyó y se refugió en la ciudad en un aposento interior.
31
Y sus siervos le dijeron: “Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; le rogamos que nos deje poner cilicio en nuestros lomos y cuerdas sobre nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; quizás él salve su vida.”
32
Se ciñeron cilicio en sus lomos, pusieron cuerdas sobre sus cabezas y vinieron al rey de Israel, y dijeron: “Su siervo Ben Adad dice: ‘Te ruego que me perdones la vida.’” Y él dijo: “¿Vive todavía? Es mi hermano.”
33
Y los hombres tomaron esto como señal, y tomando de él la palabra prestamente dijeron: “Tu hermano Ben Adad
vive
.” Y él dijo: “Vayan y tráiganlo.” Entonces Ben Adad salió a él, y él le hizo subir en el carro.
34
Y
Ben Adad
le dijo
al rey
: “Devolveré las ciudades que mi padre tomó de tu padre, y te harás calles en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. Y yo,
dijo Acab
, con este pacto te dejaré ir.” Hizo, pues, pacto con él y lo dejó ir.
35
Y cierto hombre de los hijos de los profetas dijo a otro por palabra del SEÑOR: “Te ruego que me hieras.” Pero el hombre se negó a herirlo.
36
Entonces le dijo: “Porque no has atendido a la voz del SEÑOR, tan pronto como te apartes de mí, un león te matará.” Y tan pronto se apartó de él, un león lo encontró y lo mató.
37
Entonces halló a otro hombre y le dijo: “Te ruego que me hieras.” Y el hombre le dio un golpe, hiriéndolo.
38
Y el profeta se fue y esperó al rey en el camino; se había disfrazado con una venda sobre los ojos.
39
Cuando el rey pasaba, clamó al rey y dijo: “Su siervo fue al centro de la batalla; y allí, un hombre se apartó
de las filas
y me trajo a uno, y
me
dijo: ‘Guarda a este hombre; si por alguna razón llega a faltar, entonces tu vida responderá por su vida o pagarás 34 kilos de plata.’
40
Mientras su siervo estaba ocupado aquí y allá, él desapareció.” Y el rey de Israel le dijo: “Así será tu sentencia; tú mismo
lo
has decidido.”
41
Entonces él se apresuró a quitarse la venda de los ojos, y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas.
42
Y él le dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Porque has dejado salir de
tu
mano al hombre a quien Yo había destinado a la destrucción, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo.’”
43
El rey de Israel se fue a su casa disgustado y molesto, y entró en Samaria.
Nueva Versión Internacional
1
Entonces Ben Adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y, acompañado por treinta y dos reyes con sus caballos y carros de combate, salió a hacerle guerra a Samaria y la sitió.
2
Envió a la ciudad mensajeros para que le dijeran a Acab, rey de Israel: «Así dice Ben Adad:
3
“Tu oro y tu plata son míos, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos”».
4
El rey de Israel envió esta respuesta: «Tal como dices, mi señor y rey, yo soy tuyo, con todo lo que tengo».
5
Los mensajeros volvieron a Acab y le dijeron: «Así dice Ben Adad: “Mandé a decirte que me entregaras tu oro y tu plata, tus esposas y tus hijos.
6
Por tanto, mañana como a esta hora voy a enviar a mis funcionarios a requisar tu palacio y las casas de tus funcionarios, y se apoderarán de todo lo que más valoras y se lo llevarán”».
7
El rey de Israel mandó llamar a todos los ancianos del país y les dijo: ?¡Miren cómo ese tipo nos quiere causar problemas! Cuando mandó que le entregara mis esposas y mis hijos, mi oro y mi plata, no se los negué.
8
Los ancianos y todos los del pueblo respondieron: ?No le haga caso, Su Majestad, ni ceda a sus exigencias.
9
Así que Acab les respondió a los mensajeros de Ben Adad: ?Díganle a mi señor y rey: “Yo, tu servidor, haré todo lo que me pediste la primera vez, pero no puedo satisfacer esta nueva exigencia”. Ellos regresaron a Ben Adad con esa respuesta.
10
Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: «Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado».
11
Pero el rey de Israel respondió: «Díganle que no cante victoria antes de tiempo».
12
Cuando Ben Adad recibió este mensaje, estaba bebiendo con los reyes en su campamento. De inmediato les ordenó a sus tropas: «¡A las armas!» Así que se prepararon para atacar la ciudad.
13
Mientras tanto, un profeta se presentó ante Acab, rey de Israel, y le anunció: ?Así dice el SEÑOR: “¿Ves ese enorme ejército? Hoy lo entregaré en tus manos, y entonces sabrás que yo soy el SEÑOR”.
14
?¿Por medio de quién lo hará? —preguntó Acab. ?Así dice el SEÑOR —respondió el profeta—: “Lo haré por medio de los cadetes”. ?¿Y quién iniciará el combate? —insistió Acab. ?Tú mismo —respondió el profeta.
15
Así que Acab pasó revista a los cadetes, que sumaban doscientos treinta y dos hombres. También pasó revista a las demás tropas israelitas: siete mil en total.
16
Se pusieron en marcha al mediodía, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes aliados que estaban con él seguían emborrachándose en su campamento.
17
Los cadetes formaban la vanguardia. Cuando los exploradores que Ben Adad había enviado le informaron que unos soldados estaban avanzando desde Samaria,
18
ordenó: «¡Captúrenlos vivos, sea que vengan en son de paz o en son de guerra!»
19
Los cadetes salieron de la ciudad al frente del ejército.
20
Cada soldado abatió a su adversario, y los sirios tuvieron que huir. Los israelitas los persiguieron, pero Ben Adad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos de sus jinetes.
21
El rey de Israel avanzó y abatió a la caballería, de modo que los sirios sufrieron una gran derrota.
22
Más tarde, el profeta se presentó ante el rey de Israel y le dijo: «No se duerma usted en sus laureles; trace un buen plan, porque el año entrante el rey de Siria volverá a atacar».
23
Por otra parte, los funcionarios del rey de Siria le aconsejaron: «Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas. Por eso son demasiado fuertes para nosotros. Pero, si peleamos contra ellos en las llanuras, sin duda los venceremos.
24
Haga usted lo siguiente: Destituya a todos los reyes y reemplácelos por otros oficiales.
25
Prepare usted también un ejército como el que perdió, caballo por caballo y carro por carro, para atacar a Israel en las llanuras. ¡Sin duda los venceremos!» Ben Adad estuvo de acuerdo, y así lo hizo.
26
Al año siguiente, pasó revista a las tropas sirias y marchó a Afec para atacar a Israel.
27
Acab, por su parte, pasó revista a las tropas israelitas y las aprovisionó. Estas se pusieron en marcha para salir al encuentro de los sirios, y acamparon frente a ellos. Parecían pequeños rebaños de cabras, mientras que los sirios cubrían todo el campo.
28
El hombre de Dios se presentó ante el rey de Israel y le dijo: «Así dice el SEÑOR: “Por cuanto los sirios piensan que el SEÑOR es un dios de las montañas y no un dios de los valles, yo te voy a entregar este enorme ejército en tus manos, y así sabrás que yo soy el SEÑOR”».
29
Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y el séptimo día se desató el combate. En un solo día los israelitas le causaron cien mil bajas a la infantería siria.
30
Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos. Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite.
31
Entonces sus funcionarios le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón. Tal vez le perdone a usted la vida».
32
Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron: ?Su siervo Ben Adad dice: “Por favor, perdóname la vida”. ?¿Todavía está vivo? —preguntó el rey—. ¡Pero si es mi hermano!
33
Los hombres tomaron esa respuesta como un buen augurio y, aprovechando la ocasión, exclamaron: ?¡Claro que sí, Ben Adad es su hermano! ?Vayan por él —dijo el rey. Cuando Ben Adad se presentó ante Acab, este lo hizo subir a su carro de combate. Entonces Ben Adad le propuso:
34
?Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y podrás establecer zonas de mercado en Damasco, como lo hizo mi padre en Samaria. Acab le respondió: ?Sobre esa base, te dejaré en libertad. Y así firmó un tratado con él, y lo dejó ir.
35
En obediencia a la palabra del SEÑOR, un miembro de la comunidad de profetas le dijo a otro: ?¡Golpéame! Pero aquel se negó a hacerlo.
36
Entonces el profeta dijo: ?Por cuanto no has obedecido al SEÑOR, tan pronto como nos separemos te matará un león. Y, después de que el profeta se fue, un león le salió al paso y lo mató.
37
Más adelante, el mismo profeta encontró a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!» Así que el hombre lo golpeó y lo hirió.
38
Luego el profeta salió a esperar al rey a la vera del camino, cubierto el rostro con un antifaz.
39
Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó: ?Este servidor de Su Majestad entró en lo más reñido de la batalla. Allí alguien se me presentó con un prisionero y me dijo: “Hazte cargo de este hombre. Si se te escapa, pagarás su vida con la tuya, o con tres mil monedas de plata”.
40
Mientras este servidor de Su Majestad estaba ocupado en otras cosas, el hombre se escapó. ?¡Esa es tu sentencia! —respondió el rey de Israel—. Tú mismo has tomado la decisión.
41
En el acto, el profeta se quitó el antifaz, y el rey de Israel se dio cuenta de que era uno de los profetas.
42
Y le dijo al rey: ?Así dice el SEÑOR: “Has dejado en libertad a un hombre que yo había condenado a muerte. Por lo tanto, pagarás su vida con la tuya, y su pueblo con el tuyo”.
43
Entonces el rey de Israel, deprimido y malhumorado, volvió a su palacio en Samaria.
Reina-Valera 1960
1
Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él a treinta y dos reyes, con caballos y carros; y subió y sitió a Samaria, y la combatió.
2
Y envió mensajeros a la ciudad a Acab rey de Israel, diciendo:
3
Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro son míos, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos.
4
Y el rey de Israel respondió y dijo: Como tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo.
5
Volviendo los mensajeros otra vez, dijeron: Así dijo Ben-adad: Yo te envié a decir: Tu plata y tu oro, y tus mujeres y tus hijos me darás.
6
Además, mañana a estas horas enviaré yo a ti mis siervos, los cuales registrarán tu casa, y las casas de tus siervos; y tomarán y llevarán todo lo precioso que tengas.
7
Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les dijo: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal; pues ha enviado a mí por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro, y yo no se lo he negado.
8
Y todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron: No le obedezcas, ni hagas lo que te pide.
9
Entonces él respondió a los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y le dieron la respuesta.
10
Y Ben-adad nuevamente le envió a decir: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, que el polvo de Samaria no bastará a los puños de todo el pueblo que me sigue.
11
Y el rey de Israel respondió y dijo: Decidle que no se alabe tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe.
12
Y cuando él oyó esta palabra, estando bebiendo con los reyes en las tiendas, dijo a sus siervos: Disponeos. Y ellos se dispusieron contra la ciudad.
13
Y he aquí un profeta vino a Acab rey de Israel, y le dijo: Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová.
14
Y respondió Acab: ¿Por mano de quién? Él dijo: Así ha dicho Jehová: Por mano de los siervos de los príncipes de las provincias. Y dijo Acab: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú.
15
Entonces él pasó revista a los siervos de los príncipes de las provincias, los cuales fueron doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que fueron siete mil.
16
Y salieron a mediodía. Y estaba Ben-adad bebiendo y embriagándose en las tiendas, él y los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda.
17
Y los siervos de los príncipes de las provincias salieron los primeros. Y Ben-adad había enviado quien le dio aviso, diciendo: Han salido hombres de Samaria.
18
Él entonces dijo: Si han salido por paz, tomadlos vivos; y si han salido para pelear, tomadlos vivos.
19
Salieron, pues, de la ciudad los siervos de los príncipes de las provincias, y en pos de ellos el ejército.
20
Y mató cada uno al que venía contra él; y huyeron los sirios, siguiéndoles los de Israel. Y el rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería.
21
Y salió el rey de Israel, e hirió la gente de a caballo, y los carros, y deshizo a los sirios causándoles gran estrago.
22
Vino luego el profeta al rey de Israel y le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que hagas; porque pasado un año, el rey de Siria vendrá contra ti.
23
Y los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos.
24
Haz, pues, así: Saca a los reyes cada uno de su puesto, y pon capitanes en lugar de ellos.
25
Y tú fórmate otro ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo, y carro por carro; luego pelearemos con ellos en campo raso, y veremos si no los vencemos. Y él les dio oído, y lo hizo así.
26
Pasado un año, Ben-adad pasó revista al ejército de los sirios, y vino a Afec para pelear contra Israel.
27
Los hijos de Israel fueron también inspeccionados, y tomando provisiones fueron al encuentro de ellos; y acamparon los hijos de Israel delante de ellos como dos rebañuelos de cabras, y los sirios llenaban la tierra.
28
Vino entonces el varón de Dios al rey de Israel, y le habló diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han dicho: Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová.
29
Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y al séptimo día se dio la batalla; y los hijos de Israel mataron de los sirios en un solo día cien mil hombres de a pie.
30
Los demás huyeron a Afec, a la ciudad; y el muro cayó sobre veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad vino huyendo a la ciudad, y se escondía de aposento en aposento.
31
Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de la casa de Israel, que son reyes clementes; pongamos, pues, ahora cilicio en nuestros lomos, y sogas en nuestros cuellos, y salgamos al rey de Israel, a ver si por ventura te salva la vida.
32
Ciñeron, pues, sus lomos con cilicio, y sogas a sus cuellos, y vinieron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.
33
Esto tomaron aquellos hombres por buen augurio, y se apresuraron a tomar la palabra de su boca, y dijeron: Tu hermano Ben-adad vive. Y él dijo: Id y traedle. Ben-adad entonces se presentó a Acab, y él le hizo subir en un carro.
34
Y le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, te dejaré partir con este pacto. Hizo, pues, pacto con él, y le dejó ir.
35
Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero por palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el otro no quiso herirle.
36
Él le dijo: Por cuanto no has obedecido a la palabra de Jehová, he aquí que cuando te apartes de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de él, le encontró un león, y le mató.
37
Luego se encontró con otro hombre, y le dijo: Hiéreme ahora. Y el hombre le dio un golpe, y le hizo una herida.
38
Y el profeta se fue, y se puso delante del rey en el camino, y se disfrazó, poniéndose una venda sobre los ojos.
39
Y cuando el rey pasaba, él dio voces al rey, y dijo: Tu siervo salió en medio de la batalla; y he aquí que se me acercó un soldado y me trajo un hombre, diciéndome: Guarda a este hombre, y si llegare a huir, tu vida será por la suya, o pagarás un talento de plata.
40
Y mientras tu siervo estaba ocupado en una y en otra cosa, el hombre desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: Ésa será tu sentencia; tú la has pronunciado.
41
Pero él se quitó de pronto la venda de sobre sus ojos, y el rey de Israel conoció que era de los profetas.
42
Y él le dijo: Así ha dicho Jehová: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo.
43
Y el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria.
Biblia del Jubileo
1
Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él treinta y dos reyes, con caballos y carros: y subió, y puso cerco a Samaria, y la combatió.
2
Y envió mensajeros a la ciudad a Acab rey de Israel, diciendo:
3
Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro es mío, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos.
4
Y el rey de Israel respondió, y dijo: Como tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo.
5
Y volviendo los mensajeros otra vez, dijeron: Así dijo Ben-adad: Yo te envié a decir: Tu plata y tu oro, y tus mujeres y tus hijos me darás.
6
Además
mañana a estas horas enviaré yo a ti mis siervos, los cuales escudriñarán tu casa, y las casas de tus siervos; y tomarán con sus manos, y llevarán todo lo precioso que tuvieres.
7
Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos de la tierra, y les dijo: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal; pues que ha enviado a mí por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro; y yo no se lo he negado.
8
Y todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron: No le oigas, ni hagas lo que
te
pide.
9
Entonces él respondió a los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y le dieron la respuesta.
10
Y Ben-adad tornó a enviarle a decir: Así me hagan los dioses, y así me añadan, que el polvo de Samaria no bastará a los puños de todo el pueblo que me sigue.
11
Y el rey de Israel respondió, y dijo: Decidle, que no se alabe el que se ciñe, como el que ya se desciñe.
12
Y cuando él oyó esta palabra, estando bebiendo con los reyes en las tiendas, dijo a sus siervos: Poned. Y ellos
se
pusieron contra la ciudad.
13
Y he aquí un profeta vino a Acab rey de Israel; y le dijo: Así ha dicho el SEÑOR: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo
soy
el SEÑOR.
14
Y respondió Acab: ¿Por
mano de
quién? Y él dijo: Así dijo el SEÑOR: Por
mano de
los criados de los príncipes de las provincias. Y él tornó a decir: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú.
15
Entonces él reconoció los criados de los príncipes de las provincias, los cuales fueron doscientos treinta y dos. Luego reconoció todo el pueblo, todos los hijos de Israel,
que fueron
siete mil.
16
Y salieron a mediodía. Y
estaba
Ben-adad bebiendo, borracho en las tiendas, él y los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda.
17
Y los criados de los príncipes de las provincias salieron los primeros. Y Ben-adad había enviado quien le dio aviso, diciendo: Varones han salido de Samaria.
18
El entonces dijo: Si han salido por paz, tomadlos vivos; y si han salido para pelear, tomadlos vivos.
19
Salieron,
pues
, de la ciudad los criados de los príncipes de las provincias, y en pos de ellos el ejército.
20
E hirió cada uno al que venía contra sí; y huyeron los sirios, siguiéndolos los de Israel. Y el rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería.
21
Y salió el rey de Israel, e hirió la gente de
a
caballo, y los carros; y deshizo
a
los sirios con grande estrago.
22
Vino luego el profeta al rey de Israel y le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que has de hacer; porque pasado el año, el rey de Siria ha de venir contra ti.
23
Y los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura,
se verá
si no los vencemos.
24
Haz pues así: Saca a los reyes cada uno de su puesto, y pon capitanes en lugar de ellos.
25
Y tú, fórmate otro ejército como el ejército que perdiste, caballos por caballos, y carros por carros;
luego
pelearemos con ellos en campo raso, y
veremos
si no los vencemos. Y él les dio oído, y lo hizo así.
26
Pasado el año, Ben-adad reconoció los sirios, y vino a Afec a pelear contra Israel.
27
Y los hijos de Israel fueron también reconocidos (
contados
), y tomando provisiones les fueron al encuentro; y asentaron campo los hijos de Israel delante de ellos, como dos rebañuelos de cabras; y los sirios llenaban la tierra.
28
Vino
entonces
el varón de Dios al rey de Israel y le habló diciendo: Así dijo el SEÑOR: Por cuanto los sirios han dicho, el SEÑOR es Dios de los montes, no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo
soy
el SEÑOR.
29
Siete días tuvieron asentado campamento los unos delante de los otros, y al séptimo día se dio la batalla; y mataron los hijos de Israel de los sirios en un día cien mil hombres de
a
pie.
30
Los demás huyeron a Afec, a la ciudad; y el muro cayó sobre veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad vino huyendo a la ciudad,
y se escondía
de cámara en cámara.
31
Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de Israel, que son reyes clementes; pongamos pues ahora sacos en nuestros lomos, y sogas en nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; por ventura te dará la vida.
32
Ciñeron
pues
sus lomos de sacos, y sogas a sus cabezas, y vinieron al rey de Israel, y le dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.
33
Esto tomaron aquellos hombres por buen agüero, y presto tomaron esta palabra de su boca, y dijeron: ¡Tu hermano Ben-adad! Y él dijo: Id, y traedle. Ben-adad entonces se presentó al
rey de Israel
, y él le hizo subir en un carro.
34
Y le dijo
Ben-adad
: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria; y yo me partiré de ti confederado. Y el
rey de Israel
hizo con él alianza, y lo envió.
35
Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero por palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el
otro
varón no quiso herirle.
36
Y él le dijo: Por cuanto no has escuchado la palabra del SEÑOR, he aquí en apartándote de mí, te herirá
un
león. Y cuando se apartó de él, le topó un león, y le hirió.
37
Luego se encontró con otro varón, y le dijo: Hiéreme ahora. Y el hombre le dio un golpe, y le hizo una herida.
38
Y el profeta se fue, y se puso delante del rey en el camino, y se disfrazó con un velo sobre los ojos.
39
Y cuando el rey pasaba, él dio voces al rey, y dijo: Tu siervo salió entre la tropa; y he aquí apartándose uno, me trajo un hombre, diciendo: Guarda a este hombre, y si llegare a faltar, tu vida será por la suya, o pagarás un talento de plata.
40
Y cuando tu siervo estaba ocupado a una parte y a otra, él desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: Esa será tu sentencia; tú la has pronunciado.
41
Entonces él
se
quitó presto el velo de sobre sus ojos, y el rey de Israel conoció que era de los profetas.
42
Y él le dijo: Así dijo el SEÑOR: Por cuanto soltaste de la mano del varón de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo.
43
Y el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria.
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